La República Dominicana, como territorio insular, es un micromundo lleno de singularidades naturales: cada una de ellas depende de tres condiciones imprescindibles: luz, humedad y temperatura.
Para garantizar la vida de los sistemas insulares; es decir, la del ser humano y del medio circundante, hay que lograr la permanencia de los ecosistemas en un mundo, lamentablemente, insostenible para los hábitats de las islas, lo que es igual a extinción.
La quema de petróleo, carbón y gas natural a manos del ser humano, ha causado un aumento del Dióxido de Carbono (CO2), en la atmósfera, todo lo cual produce el aumento de la temperatura: se estima que desde hace unos 150 años, hasta la fecha, ésta ha aumentado 0,5 °C, se prevé un incremento de 1 °C en el 2020 y de 2°C en el 2050. Este fenómeno se denomina cambio climático antropogénico, pues tiene su origen en la acción del ser humano.
Conferencias y Cumbres
Fue durante la Conferencia sobre Medio Ambiente y Desarrollo, en Río de 1992, la llamada Cumbre de la Tierra, o Río’92, que una movilización social casi sin precedentes, vio nacer la Convención sobre Diversidad Biológica y la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
Entre los principios fundamentales de esa Convención sobre Cambio Climático están: la responsabilidad histórica de los países industrializados por el cambio climático que marcaron el retroceso en las negociaciones climáticas de Copenhague (2009), y Cancún (2010).
No hubo motivo para esperar resultados menos decepcionantes de la COP17 en Durbán (del 28 de noviembre al 9 de diciembre de 2011).
También, luego de la Convención de Diversidad Biológica en Nagoya (2010), la mercantilización de la Naturaleza pasó a tener lugar central ante la proposición de los llamados mecanismos financieros innovadores que copian la misma lógica de los fallidos mercados de carbono.
Pero, fue también en Río’92, cuando ya el mundo agrupado empezó a levantar la bandera del «desarrollo sustentable», pues había posibilidad de convertirlo en un buen negocio.
Ese mismo concepto, complementado en Río+10 con el de «responsabilidad social corporativa» y subvertido hasta la médula por la simultánea apertura y desregulación neoliberal y la financiación globalizada de la economía capitalista hegemónica, provocan hoy estragos en la vida de los pueblos y del planeta y amenazan con impactos aún peores. Es esta agenda la que se profundiza a través políticas de ajuste estructural de la llamada «economía verde».
República Dominicana
El territorio de La Hispaniola vive el efecto dominó, por el modo insostenible de producción que lleva a la explotación irracional de sus recursos naturales; la extracción minera de varias empresas extranjeras; la irresponsable explotación turística de nuestras costas; el abandono medioambiental que sufren nuestros parques naturales y la instalación de cementeras en los cauces de los ríos.
Los efectos del cambio climático antropogénico se configuran como responsables de las migraciones masivas de los isleños, desplazamientos que pueden considerarse junto a las de los pueblos del sur, como fugas de refugiados de la deuda ambiental del primer mundo.
Para los cientos de miles de víctimas, hombres y mujeres que han perdido las vidas, bienes e identidad por los efectos del cambio climático antropogénico, no resulta fácil entender la complejidad y magnitud de la catástrofe.
Posición Alternativa, una denominación que acoge las organizaciones sociales y ambientales: Articulación Nacional Campesina, Justicia Climática, Fundecom y Campaña CRECE, se han propuesto denunciar que a 32 años de la primera Conferencia Mundial del Clima, donde se alertó sobre la interferencia humana en los elementos del sistema climático, han ocurrido más muertes de miembros de las poblaciones vulnerables; pérdida de identidad de pueblos enteros; conversión de miles de seres humanos en refugiados ambientales; carencia de suelos productivos; transformación de ecosistemas marinos y la desaparición de especies.
Ante esta realidad cabe preguntarse: ¿es posible mantener el índice de crecimiento que el desarrollo sostenible precisa sin modificar profundamente la sociedad? Como podemos ver, la respuesta es: No, hay que reducir el crecimiento económico y sustituirlo por la noción de otra cultura de la felicidad, del bienestar, recuperar los valores ancestrales indígenas y campesinos.
La investigación científica muestra que los pueblos campesinos e indígenas podrían reducir las emisiones globales actuales al 75%, incrementar la biodiversidad; recuperar la materia orgánica del suelo; sustituir la producción industrial de carne por una producción diversificada a pequeña escala; expandir los mercados locales; parar la deforestación y hacer un manejo integral de los bosques.
La humanidad precisa convertir Río+20 en un proceso mundial de fuerte movilización, que impulse campañas e iniciativas de debate y formación, de ampliación de plataformas de estrategia y acción conjunta, de coordinación y apoyo solidario entre las luchas concretas y las demandas aglutinadoras.
Río+20 debe coadyuvar a que se respete el derecho de todos los pueblos a tener acceso al agua, alimentos, energía, tierra, semillas, territorios y medios de vida dignos y para reivindicar los Derechos de la Madre Tierra, desde una verdadera soberanía alimentaria.
