Como en los viejos tiempos…

El ensayo electoral del domingo 20 de mayo trae a la memoria cuestiones que se creían o se pensaban superadas en términos del derecho a ejercer la voluntad ciudadana, libre de interferencias y mentiras, del voto sagrado.
 
La colosal campaña oficial para torcer a su favor la voluntad y la decisión del votante, las artimañas, las estratagemas, la distorsión de la percepción de la realidad, la represión, la soberbia de la nueva clase, son viejos paradigmas dignos de estudios en centros académicos modernos.
 
No resultaron válidas las quejas legítimas dentro de las reglas que garantizan el derecho de la minoría en el juego democrático. Y para ponerle el pomo a la botija, los observadores internacionales estuvieron ciegos a los desmanes, llamado “irregularidades” a posteriori.
 
La JCE no se dió por aludida por falta de “pruebas”, salvo ordenar el cierre de un programa de televisión y el arresto de algunos ciudadanos por razones que entendieron válidas, pero que dejan un espacio de dudas sospechosas en la opinión pública. Una especie de “déja vú”.
 
Lo ocurrido el 20 de mayo asemeja una catarsis en una película de suspenso. Los nuevos
maestros del autoritarismo superaron a Maquiavelo y a su mentor, a la hora de emplear toda clase de tácticas para vencer al contrario, por aquello de que en un estado de caos el fin justifica los medios y el poder no se entrega por las buenas.
 
Cabe preguntar: ¿Es que el pueblo dominicano no puede ser gobernado de otra manera
por la claque política malévola, que no sea el engaño, la trampa, el silencio, el chanchullo y el dinero? Los políticos han deshumanizado el arte de la política.
 
¿O tal vez resulta políticamente correcto a la luz de los nuevos tiempos? Y del buen ejemplo para las nuevas generaciones… ¿qué?
 
¿Qué sentido ha tenido ejercer durante más de 40 años una democracia, al menos de derechos políticos en teoría, así sea a medias como dicen algunos, para intentar inducir en las masas la idea del pensamiento único, donde no se respete por cortesía y dignidad el derecho  del ciudadano a pensar y a decidir por sí mismo?, ¿Y donde el estado-partido piense y decida por usted?
 
¿Acaso no se aprendió de las lecciones del pasado, o de las estructuras del poder, engendradas en las sombras de los pasillos palaciegos, la fórmula para deshacer los demonios del continuismo y los abusos que el virus del poder absoluto pretende ejercer absolutamente?
 
La hora es de reflexión para todos sobre el futuro del país.Tanto para vencidos como para vencedores. El ejercicio de la política no puede seguir siendo un juego de vida o muerte inhumano, cuando puede estar en peligro el futuro de un país, y no de intereses particulares.
 
La única razón válida es que si volvemos al pasado en el quehacer político, tanto por ser vencidos como por vencedores, lo más probable es que al final no haya futuro para nadie. Y ello sí sería volver al principio del fin, a los viejos tiempos de la montonera y del caudillaje…

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