De cónsules, diplomáticos y patanes…

La vida esta llena de paradojas. Una de ellas es la vida del cónsul dominicano en Miami, Manuel Felipe Almánzar. Se podrá decir que está lleno de virtudes y defectos, como todos. Lo que al parecer no cuadra en él es cómo combinar sus funciones diplomáticas, su carácter personal y su naturaleza de animal político.

Cónsul es un concepto vinculado a la política y la administración. En la actualidad el uso más frecuente del término aparece en las relaciones diplomáticas, ya que el cónsul es la persona autorizada por un Estado a proteger a sus ciudadanos en un país extranjero. Por supuesto, luego de pasar por una escuela diplomática en una Cancillería profesional.

En varias ocasiones, y ante el público variado, el cónsul general dominicano en la Florida –quien según algunos, en el fondo no es mala persona–, no ha podido contener la naturaleza oscura de su carácter y de sus impulsos.

Más aún,  cuando sus oídos acostumbrados a la lisonja y a la alabanza de los oportunistas y tontos útiles, descarga sobre otros su ira incontenible por lo que considera una ofensa de índole político partidista, personal o patriótica.

No debemos olvidar que el cónsul, por lo tanto, es un funcionario del servicio exterior que se dedica a asistir a las personas del país de origen en un territorio extranjero. La tramitación y legalización de documentos, la entrega de poderes o certificados, la renovación de pasaportes, la defensa de los ciudadanos y la promoción turística, cultural y económica de la nación forman parte de las actividades del cónsul.

Sin embargo, algo no encaja en el quehacer público y privado de la vida de Manuel Felipe Almánzar. Y aclaro, no es nada personal, es puro “business”.

El hecho más reciente que desdice de su capacidad para administrar, dirigir y dar el ejemplo más fiel y sincero de su capacidad ética y profesional al frente de la oficina de la Brickell Avenue, ocurrió en Miami el 4 de mayo durante un acto de reconocimiento a varios comunicadores dominicanos por parte de Multimedios Dominicanoshoy.

El otro incidente de antología fue el espectáculo que protagonizó, sin necesidad, en la Universidad Internacional de la Florida, durante la exhibición de un documento sobre los braceros haitianos en la República Dominicana, de lo cual queda el testimonio en la Internet.

En la jerarquía diplomática, puede hablarse de distintos cargos vinculados a un consulado, como el cónsul general, el cónsul general adjunto, el cónsul adjunto, el cónsul honorario o el vicecónsul. Nos referimos al cónsul general en la Florida. Su misión: representar a todos los ciudadanos de la República Dominicana, y no a un grupo político, social o religioso, enquistado en el poder.

Es entendible, hasta cierto punto, que Almánzar además de cónsul quiera defender y defienda a su partido. Lo que no es éticamente plausible es que el cónsul general de todos y para todos se convierta en una especie de híbrido en medio del calor de la campaña política y juzgue todo lo que ve y oye por el sesgo del fanatismo político que destilan algunos “loquitos” dentro de su partido. Y más aún, que pretenda hacer de la prensa dominicana independiente, aquella que no está comprada ni vendida a los designios de un partido único, una especie de perro fiel y obediente. Si es así, obscuros designios hay en sus propósitos y en los de su partido.

Y peor aún, al escuchar lo que no le agrada y pretender defender lo indefendible, cometa el craso error de faltarle el respeto a una audiencia y, de paso, a su cargo, la institución y el país que dice representa, echando por tierra toda la educación que asegura tener pero que en ocasiones le falta el carácter y la diplomacia para exhibirla.

Entre las funciones del cónsul sobresalen aquellas de carácter notarial para dar fe pública y las vinculadas a la traducción certificada (ya que el cónsul también es perito traductor). En el caso de Almánzar no sé si es traductor o conoce de idiomas, entre otras habilidades necesarias para dicha función diplomática.

De haber sido un simple director de escuela pública, escalar hasta director escolar en Moca y llegar a decir que es hombre de confianza de la primera dama dominicana y ahora candidata a vicepresidenta por el PLD, su llegada y permanencia prolongada hasta la fecha en el consulado dominicano sigue siendo motivos de conjeturas, chismes y misterios, dentro y fuera de esos predios.

Pero lo que sí está claro es que algunas de sus hechos políticos desdicen y son incompatibles con sus acciones diplomáticas. ¿Es que acaso Almánzar no sabe —-pienso que sí, pero se le olvida– cómo encajar sus funciones diplomáticas con su carácter impulsivo y repentino, sumado a su “lealtad” al PLD y su devoción fanática a un gobierno y a una dirigencia política que, como es natural, es y debe ser cuestionada sin temor en medio del fragor de una campaña política? El fanatismo y la obsesión obcecada no dan buenos frutos.

En la Antigua Roma, el cónsul era el magistrado de mayor rango de la República. Su cargo era colegiado y anual, siendo elegido por los ciudadanos mayores de 42 años. El cónsul se encargaba de dirigir al ejército y al Estado en general.

Pero en Miami, que no es Roma ni es la provincia Espaillat, un cónsul no está para dirigir escuelas ni ejércitos. Mucho menos para ser levantisco, prepotente, agresivo y mal hablado. Ello se considera un mal ejemplo y hasta un peligro público dada la naturaleza delicada de sus funciones.

Peor aún, dirigir campañas políticas en desmedro de su labor diplomática. Por suerte, los días de la misión consular de Manuel Felipe Almánzar están contados… hasta el 20 de mayo. Quizás lo espere un mejor cargo en España, que esté a la altura de su educación. O tal vez, los electores o sus “líderes” decidan enviarlo para su casa. Ya veremos…

• Jesús Rojas es periodista con más de 30 años de ejercicio profesional. Ha laborado en medios de Puerto Rico, Washington DC y en Miami, incluidas cadenas internacionales como Telmundo. También ha sido colaborador de AP. En Puerto Rico laboró para los periódicos El Vocero y El Imparcial y colaborador del diario Primera Hora. Además laboró también para la Revista Vea y Estrella, WIPR, cadena de Radio y Televisión. En Washington DC, laboró en Catholic Standard y El Pregonero.

Es además sociólogo y es miembro del Colegio Dominicano de Periodistas, Filial del Estado de la Florida.

Compartir esta publicación:

WhatsApp
Facebook
X
LinkedIn
Pinterest

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *