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Tratantes prefieren latinas por “obedientes en la cama”

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“Contratadas”  como bailarinas, artistas, modelos y hasta con la falsa promesa de una carrera como actrices, jóvenes mujeres, niñas, niños y adolescentes viajan desde sus países de origen hacia otro donde, supuestamente, encontrarán un futuro mejor, en lugar del cual hallan una realidad que les impone el comercio sexual y el sometimiento inescrupuloso en condiciones de esclavitud absoluta.
 
A través de los difíciles caminos del periodismo de investigación  y acompañada de un valor a prueba de prisión y torturas, disfrazada de monja o vestida como prostituta, la autora de Demonios del Edén y Esclavas del Poder, Lidya Cacho, ha recorrido los más inimaginables rincones de América Latina, Europa y Asia, para  denunciar las redes internacionales de trata que allí funcionan y los negocios de pornografía infantil por Internet.
 
Según testimonios obtenidos por la periodista mexicana, defensora internacional  de los derechos humanos y representante de la Plataforma de Mujeres Artistas Contra la Violencia de Género, los tratantes, en su mayoría vinculados al poder, al gobierno y con documentos impecables, tras los cuales desarrollan sin objeción este comercio sexual, confesaron que venían a buscar jóvenes  en América Latina, porque: “son más obedientes, más dóciles; saben quién manda en la cama y dan al hombre un rol preponderante”.
 
Otra condición por la cual  los traficantes prefieren a las latinas, tal y como pudo constatar Cacho en sus investigaciones, es porque muchas de ellas son vírgenes  y esto los libera de posibles enfermedades sexuales.
 
La periodista advierte que las redes internacionales de esta trata ilícita enmascaran cada vez mejor sus actividades y recuerda un caso denunciado por ella, de un oficial de Policía Internacional (Interpol), que desde su cargo dejaba actuar a empresas dedicadas a esas actividades. El uniformado fue encarcelado gracias a las pruebas presentadas por la activista.
 
Pero, este es un ejemplo entre miles. La investigadora menciona en  República Dominicana los puntos turísticos donde se desarrolla cada vez más el comercio sexual con jovencitas y niñas. En este sentido se refirió a Punta Cana, donde encontró como parte de las ofertas de un hotel menores por quienes los huéspedes (norteamericanos, canadienses  y españoles), pagan entre 300 y 500 dólares la noche.
 
Familiares de niñas y niños prostituidos, cuyas edades oscilan entre los 11 y 14 años de edad, tal y como muestran los estudios realizados por Lydia Cacho, están “normalizando la entrega de sus  hijos a tratantes” para sostener con ese dinero al resto de los miembros del hogar.
 
“A los nuevos movimientos de la industria turística  se suma la clientela de este comercio”, señaló la periodista mexicana, quien aboga por  la  capacitación al personal hotelero para detectar y enfrentar la trata, aunque  la realidad indica que: “no hay organización en el mundo que disponga recursos para esta capacitación”.
 
Enfrentarse a esta realidad no resulta camino fácil. “Tenemos un diagnóstico. Los valores sexistas y machistas prevalecen. Hay que insistir con mujeres, niñas, niños y adolescentes a conocer sus derechos sexuales. Crear un modelo único que permita una capacitación a la sociedad con perspectiva de género”, sentencia Lidya Cacho.
 
Los caminos parecen encontrarse en ese punto común que se denomina educación. Si bien República Dominicana requiere un trato diferenciado, con un enfoque multidisciplinario para enfrentar la trata de personas, la explotación sexual a niñas, niños y adolescentes y todos esos males que afectan a seres vulnerables  en la sociedad, más allá de la pobreza, la carencia de oportunidades y otras vicisitudes, la instrucción y fortaleza de los valores serían baluarte primario para defenderse de esta esclavitud acelerada y brutal del siglo XXI.

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