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La desgarradora realidad del Tamarindo

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Con su casita a punto de inundarse  por el desbordamiento de la cañada que cruza por el frente de su humilde vivienda techada y cubierta de zinc, la señora  María Jiménez, junto a su hija y  cuatro nietos,  se prepara con utensilios, pala  y pico para impedir que otra vez el agua   negra entre  y  le dañe sus ínfimas propiedades.
 
Esta situación la viven decenas de vecinos que residen en el sector El Tamarindo,  en Santo Domingo Este,  donde la insalubridad, pobreza, desesperanza, desempleo y el abandono por parte de la autoridades competente lo mantienen  en la  más terrible de las miserias.
 
El hedor del agua nauseabunda de la cañada  provoca en los pequeños erupciones, alergias y salpullidos en la piel, lo que mantiene preocupados a los padres que día a día tienen que lidiar para que los infantes no tengan contacto  con el agua sucia, estancada al final de la quebrada.
 
En ese sentido, la joven Leonor Rodríguez, madre de tres niños, comenta que acudió al médico de emergencias  porque su hijo  menor, con apenas 5 meses de edad, ya padece una alergia respiratoria y de la  piel.
 
Ante esta situación el Ministerio de Salud Pública se mantiene al margen, pese a la  solicitud de los moradores para que fumiguen e impartan charlas sobre prevención del dengue y otras enfermedades virales.
 
Quizás en este sentido, lo único que tranquiliza un poco a los vecinos es contar con una ambulancia para trasladar a sus enfermos a hospitales, cuyas distancias resultarían imposibles de salvar si no fuera por esta donación llevada a cabo por el diputado Juan Hubieres, a través del Movimiento Rebelde, cuyos miembros han ofrecido charlas sobre educación sexual y prevén otra sobre  violencia intrafamiliar.
 
Lamentablemente, no solo el Ministerio de Salud Pública se ha olvidado de los pobladores del Tamarindo, sino también Educación, debido  a que la única escuela que existe en el sector solo imparte clases de primero hasta octavo grado.
 
La condición de la Escuela Básica John F.  Kennedy  consta de 9 aulas en estado deplorable, en las cuales 670 alumnos  reciben el pan de la enseñanza, impartido por 8 profesores  que vencen cualquier obstáculo para cumplir con su deber de educadores.
 
El centro  educativo   fue construido en el 2000,   por la comunidad y la iglesia católica, debido a que el Estado no atendía los reclamos del Tamarindo, además  falta  la terminación del segundo nivel, así como suficientes pizarras, butacas, escritorios, archiveros  y otros utensilios escolares.
 
En ese sentido,  el profesor  Dionisio Feliz narró que a diario tienen que dar clases   en aulas inundadas   por el  hedor que expiden los baños, ya que están a medio construir y  son compartidos por hembras y varones, sin la higiene necesaria.
 
“Pedimos encarecidamente a las autoridades de Educación que vengan en nuestro auxilio para  que terminen  la escuela, pues no cuenta con patio para recreo, lo que obliga a los  alumnos  a tirarse a la calle,  situación que inquieta  a los padres por el temor de que puedan ser atropellados “,  manifestó Feliz.
 
La carencia de escuelas  en la comunidad conlleva a que muchos niños no puedan inscribirse en el año escolar, mientras que la falta de un liceo para  iniciar la secundaria  impide que los estudiantes continúen sus estudios,  ya que para trasladarse a los centros cercanos tienen que pagar pasajes.
 
Desempleo y delincuencia
 
Otro mal que afecta a la comunidad es  el desempleo, lo que a su vez dispara  el  índice delincuencial que se observa en el sector. Los residentes del Tamarindo sobreviven de su trabajo como chiriperos, choferes del trasporte público o “buscándosela” en el Mercado Nuevo, mientras que  la mayor parte vive en la vagancia.
 
“Los actos delictivos están a la orden del día en la barriada, a tal punto que ni los taxistas quieren  entrar al lugar por los casos de robos y atracos que suceden diariamente”, expresó Amaurys Robles, dirigente del  Movimiento Rebelde.
 
Los habitantes del populoso barrio reclaman  la atención de las entidades competentes para buscar solución a los problemas que  afectan a las familias que componen el barrio El Tamarindo.
 
La barriada también carece de sitios recreativos como canchas, plays y  parques para que los  jóvenes y menores encuentren diversión sana y los adultos puedan distraerse de los problemas que les aquejan.
 
Ante el cuadro tan dramático  que enmarca a  la  empobrecida  comunidad del Tamarindo,  los residentes más optimistas esperan que el  actual gobierno dirija su mirada hacia el sector para subsanar los males que por tantos años les afectan.

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