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El Presidente Juan Bosch repudia el chisme

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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De mi bitácora. El 12 de septiembre de 1963 llegué a Washington, capital de los Estados Unidos, a estudiar gerencia de suministro naval. El día funesto que dieron el golpe de Estado al Presidente Juan Bosch, yo estaba en la academia naval, Annapolis, en el estudio práctico del suministro de todo lo necesario para cuatro mil guardiamarinas.
 
El curso terminó el 14 noviembre (tres meses). Regresé al país el día 15. El día 16 a las 08:15 me reporté donde el comodoro Julio Rib Santamaría, jefe de Estado Mayor de la Marina. El comodoro me dice: teníamos un Presidente que no aceptaba el chisme. El coronel Calderón me llamó, que el Presidente quería verme. El Presidente me recibe y me muestra una hoja de papel, me dijo: el capitán de corbeta Néstor González se está reuniendo en Macorís con unos comerciantes, están planeando dar un golpe de Estado. Lea esto. Leí el escrito y le dije:
señor Presidente esto es falso, no es posible, ese oficial yo lo traje a su despacho. Usted lo recibió y lo incitó que aprovechara los estudios para el bien del país, el país necesita mucha organización y educación. Eso es mentira, yo conozco bien a ese oficial, fuimos compañeros en la escuela secundaria. Su conducta es intachable. Eso no es posible, él no ha vuelto al país, está en Washington, es fácil saberlo llamando al departamento de chequeo de entrada en el aeropuerto.
 
El Presidente mostró estar molesto y dice: chismes, chismes, que dañan reputación, hasta crean desgracias irreparables. En la Habana por un chisme mataron un perro. Rompa esa indignidad, es inaceptable traer esa degradación moral a mi presencia.
 
Agradecí al comodoro Rib y le dije: no me importa saber quien me odia, lo olvido, estoy acostumbrado a cuidarme de los que sonríen. Aprendí del filosofo Sócrates, cuando estaba filosofando ante la Cicuta, concluyó su vida diciéndole a los discípulos que lo acompañaban:
“no hay que temer cuando no se es culpable”.
 
Me sentía en la disposición de estar preparado para lo inesperado, la fuerza interior no permite modificar mi trato. Había asimilado, también, y puesto en el diario vivir al gran jurista amante fervoroso de las leyes, Cicerón, al expresar: “la naturaleza del hombre no cambia aunque cambien las circunstancias exteriores y que, por lo tanto, lo que fue verdad ayer, lo es hoy y lo será siempre”. En una de esas interminables conversaciones su maestro el gran pontífice, Mucio Scaevola le aconsejó: “solo los completamente locos ignoran la diferencia entre el bien y el mal, la razón y la locura”. Estas enseñanzas nos guían a seguir luchando por la causa justa.
 
Hoy octogenario continúo acogiendo las voces de los deberes y por las calles encuentro personas inclinadas con bastante  frecuencia que bromean afeando a otros, pero, no aceptan que lo hagan con ellos. En silencio hablo con Dios y continúo amando. Consérvense buenos.
 
El autor es vicealmirante retirado de la Marina de Guerra.

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