Los factores ambientales, tanto los hábitos de vida como la exposición a un ambiente tóxico, son determinantes en la mayor parte de los cánceres, hasta el punto de que aquellas personas que viven «en plena naturaleza» tienen un riesgo entre un 30 y 40 por ciento menor de desarrollar esta enfermedad, en comparación con quienes viven en una ciudad con polución.
Así lo asegura el responsable de la Consulta de Segunda Opinión de Oncología en el Hospital USP San Camilo de Madrid, Antonio Brugarolas, con motivo del Día Mundial contra el Cáncer, que se celebra el sábado 4 de febrero.
«La incidencia del cáncer va en aumento a medida que los países se van industrializando», ha explicado este experto en declaraciones a Europa Press, «tanto por los hábitos personales que uno adquiere como por donde uno vive».
En este sentido, al vivir en zonas menos polucionadas se puede conseguir «una protección frente a muchos factores negativos» a los que están expuestos quienes viven en zonas urbanas, como la contaminación por el humo de los coches.
El factor responsable del cáncer más conocido es el hollín, la ceniza producida por los restos de material orgánico, los productos de combustión del carbón, petróleo, gasóleo y tabaco, así como los productos de alimentación (carnes, fritos).
El humo producido por la combustión de material orgánico es cancerígeno y, aunque los incendios y los volcanes arrojan gran cantidad de productos cancerígenos a la atmósfera, la contaminación más importante se produce por el hábito de fumar y por la utilización del carbón en la cocción de alimentos y en la calefacción.
Además, en las ciudades se une la concentración de partículas y agentes tóxicos de origen industrial, que aumentan los efectos de los carcinógenos, partículas que además siguen un ciclo muy largo y persistente, porque pasan al suelo, contaminando las aguas, las plantas y los animales.
El doctor Brugarolas reconoce que no es necesario irse a vivir al campo para evitar el cáncer, ya que «no es posible en todos los casos».