América Latina a las puertas de la seguridad alimentaria

 
La Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación  (FAO), auguró recién comenzado el 2012 que no se espera un crecimiento dramático del número de personas que padecen hambre, aunque la cifra ronda el alarmante nivel de mil millones en esa situación.
 
El costo de los productos alimentarios básicos sigue elevado en muchos países en desarrollo, lo cual dificulta aún más la vida de los más pobres del mundo al dedicar entre el 60 y el 80 por ciento de sus escasos ingresos para adquirirlos.
 
Cálculos de la ONU indican que el pasado año más de 70 millones de personas en el mundo cayeron en la pobreza extrema por el aumento en el precio de los alimentos.
 
Sin embargo, el nuevo director de la FAO, José Graziano da Silva, acaba de vaticinar que en algunos países el crecimiento del número de hambrientos en 2012 será inferior, especialmente en América Latina, que en varios países ha obtenido buenos resultados en la lucha contra el hambre.
 
Prueba de las condiciones creadas en la región para esas favorables perspectivas es que en noviembre último, el costo de los alimentos tuvo un leve retroceso respecto al mes previo, mientras la inflación anual de esos productos se ubicó en 8,2 por ciento, ligeramente menor que la de octubre (8,4 por ciento).
 
Datos de la oficina regional de la FAO indicaron que en Chile, Panamá, Perú, Uruguay y Venezuela, la tasa anual de inflación alimentaria aumentó más de un punto porcentual respecto al mes anterior. En contraste, en Bolivia, Brasil, Costa Rica, Honduras y Paraguay, se redujo en al menos un punto.
 
El índice de la FAO para los valores internacionales de los alimentos mantuvo su piso con respecto al mes pasado y se ubicó apenas uno por ciento por encima de su nivel de noviembre de 2010.
 
Precisamente en diciembre de ese año tal indicador alcanzó de nuevo su máximo de 2008, cuando el azúcar, los aceites y las grasas experimentaron el aumento más marcado.
 
En marzo del 2011, el índice bajó por vez primera tras ocho meses seguidos de incrementos, para descender en octubre a su piso más bajo en los últimos once meses. No obstante, los precios permanecen muy volátiles.
 
América Latina en situación privilegiada
 
Analistas y observadores coinciden en que en el debate actual del precio de los alimentos, América Latina tiene mucho que aportar por su potencial para ayudar a paliar la crisis alimentaria por sus enormes recursos naturales: grandes extensiones de tierra, abundante agua y amplios conocimientos agrícolas.
 
La región es, además, un tradicional exportador de alimentos, representa casi un tercio de las exportaciones de maíz del mundo, el 52 por ciento de las exportaciones de soja, 44 por ciento de las de carne de res y 42 por ciento de las de aves de corral.
 
De acuerdo con el Banco Mundial entre 2006-2009, la participación de América Latina y el Caribe en las exportaciones agrícolas mundiales alcanzó el 14 por ciento, frente al 11 por ciento en 1995-1999.
 
Por eso más allá de las medidas de mitigación de riesgos a nivel mundial, los países latinoamericanos deben prepararse para enfrentar una situación de mayor volatilidad de los precios y evitar un aumento en el número de personas que sufren hambre.
 
Especialistas de la FAO afirman que una de las opciones es aumentar las reservas nacionales de granos para tener suficientes alimentos durante las situaciones de emergencia.
 
Otras incluyen estimular el comercio intra-regional de alimentos para poder responder rápidamente a situaciones de desabastecimiento a nivel nacional en casos de eventos climáticos extremos u otras causas posibles.
 
A más largo plazo, la única solución para evitar movimientos inesperados de sus precios es contar con una oferta amplia y estable, para lo cual Latinoamérica debe revalorizar el papel del sector agrícola en sus economías, priorizando el aumento de la producción y la productividad.
 
Ello requiere políticas sectoriales que promuevan mayor inversión y transferencia de innovación tecnológica y, sobre todo, desarrollar la agricultura familiar, que en muchos países es la principal proveedora de alimentos para el abastecimiento interno.
 
Al volver la vista hacia Latinoamérica, el Banco Mundial reconoce que esta zona tiene «todos los ingredientes para convertirse en un actor clave en los mercados de alimentos del mundo y, al hacerlo, debe hacerlo bien», si se tiene en cuenta que desde junio de 2010 los precios internacionales de estos han subido más del 43 por ciento.
 
La región posee casi un tercio de las tierras aptas para la expansión sostenible en el mundo, con alto potencial agroecológico, con bosques y con una densidad de poblacional de menos de 25 personas por hectárea.
 
Además, las tierras latinoamericanas son muy accesibles: el 36 por ciento de las hectáreas aptas están solo a seis horas de viaje del mercado internacional más cercano.
 
Otro ingrediente que puede aportar América Latina es su experiencia en políticas contra crisis alimentarias, tal es el caso de los incentivos y subvenciones gubernamentales a la producción agrícola y toda la infraestructura de apoyo a esa actividad.
 
Ejemplos como el de Brasil, con su programa o revolución de los alimentos, el cual le ha posibilitado desarrollar una exitosa asociación Sur-Sur con África para contrinuir a mejorar su productividad agrícola, como muestra de las posibilidades de la región.
 
Venezuela también mucho que mostrar en materia de seguridad alimentaria, con permanentes operativos para la distribución de alimentos a través de su red de abastecimiento Mercal y las Casas de Alimentación.
 
Resulta interesante la creación de un Fondo de Seguridad Alimentaria para el fortalecimiento en este orden de la soberanía de los países que integran la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), así como el Tratado de Seguridad y Soberanía Alimentaria destinado al intercambio de alimentos y programas, de acuerdo con las necesidades nutricionales de cada nación miembro de ese bloque.
 
En opinión de la FAO, Venezuela es uno de los países punteros en estrategias atinadas a hacerle frente al problema del hambre en el mundo, con políticas de financiamiento, convenios internacionales y transferencia tecnológica.
 
En su conjunto, América Latina es uno de los principales productores de alimentos en el nivel mundial, y cuenta con un ingreso de calorías per cápita superior a Asia y el Pacífico, y a la región de África Subsahariana.
 
Sin embargo, uno de los factores primordiales para explicar la situación de inseguridad alimentaria que aun muestran algunos de sus países tiene que ver con la enorme inequidad económica, lo que se refleja en la dificultad que sufren grandes sectores de la población para poder acceder a los víveres necesarios.
 
Tal desigualdad causa un reparto disparejo en  los frutos del crecimiento económico y funciona como un freno a la reducción de la pobreza.
 
En comparación con otras regiones en desarrollo, América Latina y el Caribe es una región más urbanizada, aunque sigue contando con una numerosa población rural, medio donde se concentra la mayor parte de la pobreza extrema y la inseguridad alimentaria.
 
Por lo anterior, el desarrollo del mundo rural y de la agricultura debe ser una prioridad para toda la región, con especial énfasis en la agricultura familiar y de los pequeños productores, con el decisivo apoyo y participación estatal.
 
Asegurar el acceso de la pequeña y mediana agricultura a recursos, tierras, capital, tecnología y educación son pasos fundamentales para mejorar los niveles de vida y la seguridad alimentaria de millones de latinoamericanos.
 

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