Bruselas.- Con una campaña aérea de casi siete meses, la OTAN desarrolló este año en Libia una de las operaciones más exitosas de su historia en términos militares y fue el factor clave que permitió a los rebeldes poner fin al régimen de Muamar el Gadafi.
Apenas un mes después del inicio de las manifestaciones en Bengasi que desencadenaron el conflicto, la Alianza Atlántica lanzaba a finales de marzo su intervención en el país norteafricano.
La OTAN, amparada por un mandato del Consejo de Seguridad de la ONU destinado a proteger a la población civil de la represión gubernamental, organizó rápidamente una operación que bajo el nombre de «Protector Unificado» impuso un bloqueo naval y una zona de exclusión aérea en Libia.
En paralelo, comenzó una incansable campaña de ataques aéreos destinada a minar la capacidad militar del régimen de Gadafi, que según los aliados amenazaba a la población civil.
Esa interpretación de la resolución 1973 de las Naciones Unidas le valió a la OTAN un sinfín de críticas de países como Rusia, que consideran que las potencias occidentales se extralimitaron y tomaron partido por uno de los bandos en el conflicto.
Esas acusaciones, sin embargo, no hicieron dudar a la Alianza Atlántica que, liderada por Francia y Reino Unido, mantuvo durante meses su campaña hasta que el aparato gadafista se desmoronó definitivamente.
Más aún, la OTAN endureció durante el verano su ofensiva sobre la maquinaria de guerra del régimen permitiendo a los rebeldes superar el bloqueo en el que había entrado el conflicto y avanzar rápidamente hacia Trípoli, que cayó en sus manos a finales de agosto.
La captura y posterior muerte del propio Gadafi a manos de combatientes del Consejo Nacional de Transición (CNT), facilitada por un ataque aéreo de la Alianza que detuvo la huida del dictador en las afueras de Sirte, terminó por precipitar poco después el fin de la misión internacional.
En total, los aviones y helicópteros de la Alianza efectuaron unas 26.000 salidas, más de 9.600 de ellas con el fin de identificar o atacar objetivos.
«La OTAN desempeñó un papel vital en la protección de los civiles y estoy orgulloso de lo que hemos logrado. Llamamos a nuestra operación ‘Protector Unificado’ y eso es lo que hemos hecho: unificar la respuesta militar internacional en apoyo de una resolución histórica de la OTAN y proteger al pueblo de Libia», declaró finalizada la misión el secretario general, Anders Fogh Rasmussen.
En el operativo participaron la mayoría de los miembros de la Alianza, aunque Alemania se desmarcó de sus socios y decidió mantenerse al margen tras haberse abstenido en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Además, varios países árabes como Qatar y Emiratos Árabes Unidos se sumaron a la misión de la OTAN, permitiendo a la organización mostrar un cierto apoyo regional a su iniciativa.
Sin embargo, el peso de la operación lo llevaron desde un inicio dos países, Francia y Reino Unido, con el apoyo clave de Estados Unidos.
Considerada un «gran éxito» militar por los aliados, «Protector Unificado» ha mostrado la línea que podrían tomar en el futuro las misiones de la OTAN, pero también las lagunas de la defensa europea.
Pese a liderar la misión, las naciones del Viejo Continente necesitaron de la aportación estadounidense en áreas fundamentales como la inteligencia, el repostado en vuelo y las armas inteligentes para poder desarrollar sus ataques.
Esas lecciones extraídas de la operación en Libia, combinadas con los recortes previstos por Washington para su política de Defensa han convencido a la OTAN de la necesidad de mejorar las capacidades de los aliados europeos, una prioridad que centrará los debates en el seno de la organización durante los próximos años. EFE