La Habana (PL).- Pese al planificado caos creado, Estados Unidos parece asumir sin remedio que la guerra en Afganistán es interminable y supera, en el tiempo, las provocadas en Vietnam o Irak.
En octubre del 2011, las tropas estadounidenses en territorio afgano cumplieron 10 años desde los intensos bombardeos en la región de Waziristán, preludio de la invasión del 2001 con el pretexto de aniquilar a Osama bin Laden y a Al Qaeda.
Los gastos desde entonces llevan una espiral ascendente que supera, según los cálculos más conservadores, los 400 mil millones de dólares, además del mantenimiento de una infraestructura para sostener a una fuerza de 150 mil hombres, de ellos un tercio estadounidenses.
El pretendido caos inducido, propiciador del incremento de la corrupción y el tráfico de drogas, entre otros hechos, no logró hallar evidencias de Al Qaeda y Bin Laden fue liquidado en tierras pakistaníes.
El autor de las tesis del «caos inducido», Zalmay Khalilzad, afgano de origen, fue asesor del presidente George W. Bush, embajador en Kabul y activo propugnador de la candidatura de Hamid Karzai a la presidencia afgana.
Dana Rohrabacher, antiguo asistente especial de Ronald Reagan y congresista por California, opinó que esa idea del caos organizado es una forma extrema de ingeniería social, la cual no puede ser ignorada.
Otro analista, Thomas Ruttig, oficial de las Naciones Unidas y participante en las primera reuniones de la Loya Jirga
-Asamblea nacional o parlamento afgano- afirmó que los proyectos de Khalilzad, aprobados por el Pentágono, permitieron una expansión sin límites a los llamados Señores de la guerra, incluidos el tráfico de drogas, las prebendas y la corrupción generalizada.
INTERESES HEGEMûNICOS
Un detallado informe del periodista canadiense Arthur Kent reveló que Khalilzad, entre otros importantes asesores y funcionarios involucrados, propició la creación del Grupo de Reconstrucción de Afganistán (ARG).
El mencionado grupo, junto a los fondos destinados a las fuerzas especiales Alfa, contribuyó a la creación de vastos negocios -sin auditorías o controles efectivos- para los empresarios estadounidenses y los Señores de la guerra, añadió el profesional canadiense.
Datos divulgados por fuentes de Naciones Unidas señalaron que, solamente en el presente año, decenas de miles de afganos han sido desplazados de sus lugares de origen, el sistema de salud apenas existe y los cultivos agrícolas sufren pérdidas sin precedentes.
El hambre pone en peligro a no menos de seis millones de personas en un país que llega a los 26 millones de habitantes, de los cuales más del 80 por ciento vive en zonas rurales, mientras la precariedad de la vida de mujeres, niños y ancianos supera cualquier expectativa.
El 2011, por otro lado, ya es el segundo más mortífero para las tropas extranjeras de la Organización del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN) y en particular, para los militares estadounidenses.
Hasta noviembre, junto a la creciente actividad de la insurgencia y la ingobernabilidad en las regiones rurales, murieron en Afganistán 534 soldados extranjeros, de ellos 399 estadounidenses, cifras que superan el año más mortal de los ocupantes en Irak, 2007.
Informes difundidos en medios alternativos o de la propia y reducida prensa en Kabul, expresan que las deserciones en el ejército y la policía de Karzai sobrepasan el tres por ciento de los casi 40 mil hombres que las integran.
La insurgencia afgana se hace eco de tales datos y denuncia los brutales bombardeos, los cuales han ocasionado la muerte al menos de más de cinco mil personas en lo que va de año, además de que Estados Unidos pretende ahora extender su presencia militar hasta el 2024, tras acuerdos secretos con Karzai.
El gobierno de Barak Obama construyó un panorama en Afganistán sobre la base del caos, diseñada y programada por los altos círculos políticos, financieros e intelectuales de Estados Unidos, expresó el estudioso ruso Daniel Estulin.
Para el Pentágono la guerra en Afganistán tiene visos de algo interminable, a un costo jamás prevenido por quienes, como bien denunció el movimiento insurgente afgano, pretenden satisfacer sus intereses hegemónicos por encima de cualquier criterio con un mínimo de racionalidad.
*Jefe de la Redacción Asia de Prensa Latina.