Estábamos buceando Marlon Carbonell y yo en Catalinita, una islita del lado este de Saona justo al final del paso de Catuán. Oleaje moderado de 3 a 4 pies, excelente visibilidad y un fascinante ecosistema lleno de toda clase de vida marina. Cuando terminamos el buceo y subimos a la superficie nos percatamos que no hay yolero a la vista.
Chapaleteo fuerte para subir 1 metro por encima del agua a ver si lo veía pero negativo. Le digo a Marlon, este cabrón del yolero nos ha dejado botado. Esperamos algunos 10 mins. Con nuestros chalecos inflados al máximo y nada de nada. En eso la corriente que había arreciado nos ha separado unos 200 metros y le digo a mi compañero: la corriente está dura, nada hacia mí que yo voy a nadar hacia ti. Así lo hicimos hasta que nos juntamos de nuevo.
Amarrados y abrazados para no separarnos decidimos comenzar a nadar hacia la propia isla Catalinita que estaba como a 1 km. de distancia. El peligro era atravesar una barrera de coral con rompiente de oleaje y luego subir por unos escarpados farallones.
Teníamos frío, cansancio y la incertidumbre del peligro aumentaba. No sabíamos qué sorpresa nos pudiera guardar esas aguas. Yo calculé que nos tomaría como 2 horas mínimo llegar a tierra.
La incertidumbre duró unos 30 a 35 minutos a la deriva.
En mi mente el objetivo era llegar a tierra. En eso alcanzamos a divisar un enorme Catamarán de Casa del Mar con buzos turistas que iban a bucear en el área.
Comenzamos a sonar nuestros pitos de alta frecuencia, elevar el gusano inflable, mover los brazos, etc.
Cuando vimos que la embarcación giró hacia nosotros, nos tranquilizó enormemente porque ya nos sentíamos a salvo.
Luego que se lanzaron los buzos turistas al agua, la embarcación se dirigió a nosotros y le dijimos que el yolero nos había dejado. El capitán le hizo toda clase de señas, pero el yolero no se daba por enterado. Entonces Marlon ya con la adrenalina a millón y algo de pánico me dijo: vamos a montarnos en esta lancha como sea pero ya. No sabemos si va a aparecer el yolero. De acuerdo, le dije.
Sacando fuerzas a base de la adrenalina, y el deseo de salir del agua nos subimos en la alta embarcación. Una sensación indescriptible el tocar una superficie seca luego de ese tiempo en el agua.
Sé que el querido Marlon estaba bien asustado porque duró varios minutos que no decía ni una palabra (no es para menos luego de ese tiempo a la deriva…) Pero ya estábamos sobre una embarcación. Salimos a buscar el yolero y éste estaba como a 2 kms. En dirección opuesta donde buceamos. Jamás lo íbamos a ver, y no creo que él tampoco a nosotros.
Cuando llegamos a la yola Miguel el yolero expresó que como había mucha corriente él había decidido buscarnos en la línea de la corriente y en eso perdió la ubicación del área. Ese es el problema de estos tipos: Pensó, y claro metió la pata.
Todavía nerviosos fuimos a un área de playa en Saona para comer algo y quitarnos un poco el susto. Luego hicimos un segundo buceo en el cual capturamos muchos peces leones sin eventualidad. Aquí sí el yolero estaba todo el tiempo encima de nosotros, y cuando subimos lo encontramos.
Camino hacia el tercer buceo Marlon se percata que su caja satelital tiene todos los bombillos de emergencia encendidos.
Esto significa que se activó el sistema de emergencia y se había enviado una señal de distress al Coast Guard americano.
Entonces navegamos hasta que hubiera señal de celular para llamar al Coast Guard de EUA para cancelar la búsqueda que ya ésta se había iniciado.
Minutos después nos interceptó una lancha de Bayahibe que era parte del operativo y le contamos lo sucedido.
También alcanzamos a ver una avioneta que volaba rasante que se devolvió.
Luego nos enteramos que en la aeronave estaba la novia de Marlon con el piloto Juan Luis Iglesias que pertenece a los auxiliares navales.
También salió el yate de la familia Viyella a buscarnos, así como 3 lanchas más de la marina de Casa de Campo.
Se cancela la búsqueda y Marlon estaba más que nervioso de todo lo sucedido. Le expliqué que ya el peligro había pasado y que era buena idea hacer el tercer buceo para votar la tensión y nos fuimos a un barco hundido frente a Casa del Mar. Fue el buceo más productivo para ambos y todo transcurrió sin novedad.
A la verdad es que no sabemos en qué momento se activó la caja satelital. Si fue en el agua cuando estábamos a la deriva, al chocar ambos entre sí por el oleaje, o cuando subieron los tanques al catamarán pero lo cierto es que se movilizó todo un operativo a gran escala para nuestro rescate….
Obra de Dios, porque Sí hubo una situación de peligro y de no habernos rescatado ese catamarán, hubiéramos estado más tiempo flotando a merced del mar hasta que llegara el equipo de rescate.
Solamente me queda darle las gracias a Casa del Mar y su capitán Ambriorix, la Marina de Guerra y el Contralmirante Julio Gómez quien coordinó el rescate y estaba en constante comunicación con el Coast Guard. Así como todos aquellos que participaron tan diligentemente en nuestra búsqueda.
Muy en especial al piloto Juan Luis Iglesias, la familia Viyella, el equipo de salvamento de Marina Chavón dirigido por Álvaro Acuña y Luis Morató; los Auxiliares Navales y los pescadores de la comunidad de Bayahibe.
A todos nuestros mayores sentimientos de agradecimiento.
