La Habana.- Con leyendas que sitúan su origen tanto en el lejano 1709 como a principios del siglo pasado, la guayabera es ante todo un atavío a lo cubano que resiste hoy la prueba del tiempo y hasta reclamos de paternidad en otros lares.
Panameños, mexicanos y filipinos le solicitan con poco éxito la progenitura a los del Yayabo, por el río que atraviesa Sancti Spíritus, una ciudad de la región central situada a unos 355 kilómetros al este de La Habana.
La constancia fotográfica sitúa a la prenda en Cuba por lo menos en 1906, mucho antes que en otros lugares del mundo.
Diversos diseños, tejidos y modas la han hecho evolucionar a través del tiempo, aunque generalmente consta de cuatro bolsillos con hileras de alforzas de adorno, de estas dos al frente y tres en la espalda, además de ocasionales bordados y 27 botones.
La leyenda de su surgimiento, en 1709, se debe al parecer a una propaganda comercial lanzada a mediados del siglo pasado por Valeriano Vázquez, propietario de una sastrería, quien se hacía llamar el rey de la guayabera.
Para Vázquez, al matrimonio andaluz de José Pérez Rodríguez y Encarnación Núñez se debe la confección de la vestimenta conocida primero como yayabera y rebautizada ante el uso generalizado de sus bolsillos para guardar guayabas.
Lo cierto es que a inicios del siglo XX, salvo en La Habana, el uso de tal pieza se generalizó primero entre campesinos y luego entre representantes de la clase media, por su capacidad para combinar elegancia y comodidad en la canícula del clima tropical cubano.
En la década de 1940 entró al Palacio de Gobierno de la mano de Ramón Grau, pero a su sucesor Carlos Prío le pareció poco apropiada para los actos protocolares y la retiró. Desde entonces tuvo avances y retrocesos.
Con la llegada de la Revolución, la guayabera perdió vigencia tras ser identificada con un modo de hacer política superado por los cambios emprendidos y dada la generalización del uso de la ropa de miliciano (por las Milicias Nacionales Revolucionarias, de 1959).
Esta prensa confeccionada en tejidos de algodón, lino, seda o en telas sintéticas, que sufrió diversas variaciones en el estilo de elaboración, según el momento y los preceptos de la moda, no fue totalmente olvidada.
El líder de la Revolución cubana, Fidel Castro, utilizó una el 14 de junio de 1994 para la IV Cumbre Iberoamericana, efectuada en la ciudad colombiana de Cartagena de Indias.
Las imágenes recorrieron el mundo ante la novedad de ver a Fidel Castro vestido de civil por primera vez desde el triunfo de la Revolución, una decisión que tomó -según se ha contado- por sugerencia de su amigo y Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez.
Sin embargo, la prenda casi estuvo a punto de desaparecer por su poca popularidad entre las generaciones más jóvenes, la crisis económica de los años 90, su ausencia de las tiendas y la globalización de las tendencias en la moda.
A su rescate acudió en 2007 el Proyecto Sociocultural La Guayabera en el Museo de Sancti Spíritus, que en este momento atesora más de 100 de esas piezas utilizadas y donadas por famosos tanto del país como del exterior.
La muestra -una parte de ella se expuso este año en la capital cubana y en Bayamo- atesora algunas como la blanca de hilo y mangas largas empleada por Fidel Castro en 1994 y otra enviada desde Cartagena por García Márquez.
A la pieza del Gabo se unen la de otro premio Nobel literario, el guatemalteco Miguel Ángel Asturias, y una roja de margas largas donada por el presidente venezolano, Hugo Chávez.
Igualmente se exhibe una del mandatario, Raúl Castro, y de sus colegas latinoamericanos, el ecuatoriano Rafael Correa y el boliviano Evo Morales.
En una lista incompleta se cuentan una azul con botones de plata de la prima ballerina assoluta Alicia Alonso, del cardenal Jaime Ortega y del tricampeón olímpico de boxeo Teófilo Stevenson, así como del eminente especialista en Ortopedia y Traumatología Rodrigo Álvarez Cambras y del afamado músico Compay Segundo.
