Cuentista, novelista, dramaturgo, poeta y ensayista, Federico Jovine Bermúdez, pertenece a la llamada Generación de Post Guerra. Es miembro de la Unión de Escritores Dominicanos, así como de otras importantes instituciones culturales nacionales e internacionales. Pero, más allá de sus títulos “nobiliarios” y nombramientos, este hombre sagaz, versátil y ameno, representa la quinta generación de una familia donde ha germinado siempre el don de la literatura.
Creció rodeado de libros y poesías y confiesa que desde muy temprano supo que su vida giraría en torno a ese mundo literario y mágico al cual se ha dedicado desde los ochos años de edad, cuando ya sabía leer y escribir, porque su madre era maestra y lo alfabetizó temprano, condición que le aventajaba con relación a sus contemporáneos.
Recuerda el entonces incipiente poeta que cuando ocurrió la Guerra de Hiroshima, con tan solo ocho años, llevaba todas las incidencias y podía hablar como un experto de cada detalle de la contienda bélica.
Nativo de San Pedro de Macorís, la existencia de más de una decena de libros le ubican entre los más importantes intelectuales dominicanos: “solo me falta escribir una ópera, pero me siento más cómodo en la poesía. Tuve la ventaja de que me gustaba conversar con los ancianos y podía hablar con mi padre acerca de lo que ocurría en el mundo, además de leer los periódicos de entonces”, recuerda.
-¿Cuántos más en su familia han seguido el camino de la literatura?
“Mi familia es la única que tiene seis generaciones de escritores. Yo soy el quinto y mi hijo el sexto. Precisamente, él fue uno de los muchachos que subió el Monte Everest, donde colocaron la bandera dominicana. A veces él y yo usamos el mismo escritorio y deja sus escritos en mi casa, los cuales reviso y me pregunto en qué momento escribí eso: sin embargo, son suyos en este caso. Ahora mismo está escribiendo novelas”.
-¿Una cuestión de genes?
“Aparte de los genes también tiene que ver el ambiente, porque mi madre era profesora, mi tía soprano, mi abuelo escritor, mi primo era un poeta e intelectual de Macorís…”.
-¿Cuál de los géneros es para usted más importante? ¿En cuál se siente más cómodo?
“Uno debe sentir toda obra como la más importante. Para mí, la mejor es la que puedo hacer en lo adelante. En realidad me siento más cercano a la poesía”.
– ¿Y cómo ve usted la poesía en estos momentos?
“En verdad, los jóvenes poetas de ahora tienen un elevadísimo nivel de calidad y la poesía es como una carrera de relevo. La dinámica de la sociedad es parte de ese desarrollo, que marca una diferencia entre el escritor preocupado por el aspecto social y el otro, que busca la cinco patas al gato…”.
-Usted escribe en sus “Textos en contexto”, en las líneas finales: “Quizás algún día las voces de los poetas antologados en este libro se irán apagando como el mismo viento huracanado que destruye ciudades y montañas….” ¿Cuál es su visión acerca del futuro de República Dominicana?
“Mi visión de la isla es que algún día llevemos al país a un puerto y dotarlo de toda la institucionalidad que carece. Yo soy un enamorado del futuro de mi nación y acabo de hacer un llamado acerca del propósito que todas las generaciones de escritores dominicanos debemos tener, especialmente con el sistema de educación. Estamos comprometidos y sumados a esta batalla. Por eso propuse que vayamos a las escuelas e impartamos charlas sobre las distintas rama del saber que ellos manejen”.
– Hay mucho que hacer en este sentido…
“Mire, los maestros de ahora no son los de ayer. Existe una falla en la preparación cultural en sentido general. Antes, los profesores iban a dar clases sin libros y sabían de todo…Ahora, la mayoría adolece”.
– Pero, a pesar de todo cree que un futuro mejor es posible…
“Sí, creo en los hombres y mujeres de mi país. Pero debemos juntarnos para hacer que las autoridades funcionen y hagan realidad sus obligaciones”.
Y Federico Jovine Bermúdez se despide, con versos de su “Ardiente Pasión por la palabra”, publicado en 1997, cuando los críticos de entonces argumentaron que “con esta obra el poeta alcanza la plenitud de su capacidad creadora y pone a nuestra disposición haciéndolos habitables los universos…”.
Sin embargo, “Papá Bonito” (2004), precedido y seguido de títulos como” Huellas de la ira”, “Salvo error u omisión”, “La última noche del Tratante”, “Rompan filas y viva el jefe”…entre muchos otros, hacen pensar que este dramaturgo, ensayista y cuentista nos hará llorar, reír, conmovernos y hasta comprender, con palabras muy suyas que: “…llegan a rescatarnos las pieles en aquestas soledades pretextando salvarlas por su gloria”.
