Desempleo, delincuencia, pestilencia, abandono y pobreza extrema envuelven a los residentes del sector Libertador, en Los Alcarrizos, Santo Domingo Oeste, evidencia del grado de indiferencia de las autoridades dominicanas.
Pese a que el Libertador tiene más de 23 años de fundado, en ese tiempo ningún gobernante, ni alcalde se ha interesado en solucionar las dificultades básicas de la sufrida barriada.
Los callejones maltrechos, que los lugareños llaman calles, parecen caminos rurales, como si no existiese un síndico responsable del bienestar de los munícipes.
A todo esto se une la falta de empleos, lo cual sustenta la vagancia de una población juvenil deseosa de trabajar y satisfacer sus propias necesidades.
Asimismo, las pestilentes aguas negras de una cañada que atraviesa el sector, mantiene preocupados a los moradores y en especial a las madres, quienes tienen que lidiar con las enfermedades respiratorias y de la piel, producto del hedor y contacto con estas.
En ese sentido, Lucrecia Zarzuela, residente por más de 20 años del lugar, narró que desde niña siempre ha visto políticos que se acercan para jugar con las calamidades del sector y hacer promesas, pero luego que ganan, jamás aparecen.
“Eso mismo pasó con el actual síndico, Junior de Los Santos, quien aseguró que si lo apoyábamos nos arreglaría la calle; todavía lo estamos esperando”, recordó Zarzuela.
Pero no sólo el alcalde y Obras Públicas se han olvidado del Libertador, también para el Ministerio de Salud Pública y Educación esa comunidad no existe.
Según cuenta Mercedes Jiménez, trabajadora doméstica y madre de cinco hijos, cuando llueve, la cañada se desborda e inunda a las casas cercanas; además, la ausencia de aceras y filtrantes provoca que los charcos de agua duren semanas para secarse, lo que inminentemente desata un enjambre de mosquitos.
Ante ese escenario, los vecinos acuden a Salud Pública para que fumiguen; sin embargo, nunca llegan los representantes de esa cartera a cumplir con sus obligaciones.
Esa misma situación sucede con Educación, pues en el lugar sólo funciona una escuela, lo que se convierte en la lucha del más astuto o fuerte para lograr inscribir a los estudiantes.
“Los niños aquí se registran por cuña, si yo conozco a alguien que trabaja en la escuela, le pido que me guarde un cupo para mi hijo”, explicó Jiménez.
A todo esto, el Libertador no escapa a la queja general de la población con la Corporación Dominicana de Empresa Eléctrica Estatales, debido a los prolongados apagones y la inadecuada instalación de una torre eléctrica sobre diversas casuchas del lugar.
Producto del desorden en el cableado proveniente de la torre eléctrica, al menos dos personas han perdido la vida y seis han sufrido accidentes al tratar de alejar un poco los cables de sus techos.
Como si todo esto fuera poco, la falta de educación sexual y vigilancia de los padres conlleva a que el 70% de las adolescentes se embaracen, dejen sus estudios y multipliquen más la pobreza de sus tutores y de ellas mismas.
Ante un cuadro tan dramático, algunos vecinos mostraron sus desesperanzas con las autoridades actuales y su posible interés por resolver los problemas en la zona, mientras que otros entienden que un día llegará alguien que realmente podrá libertar de tantas miserias y calamidades a una población que anhela salir adelante.
