Enfermos renales: paradoja de la subsistencia

El desorden, los escombros y el polvillo que expiden los residuos de cemento y paredes desmoronadas, producto de la remodelación del Hospital Docente Padre Billini, ubicado en la calle Santomé de la Zona Colonial, del Distrito Nacional, mantiene irritados a los pacientes de la Unidad de Hemodiálisis, quienes tres veces por semana acuden a purificar su sangre.
 
La cantidad de materiales de construcción colocados justo al frente de la zona donde los pacientes con problemas renales reciben su diálisis, también se ha convertido en un dolor de cabeza para las personas que acompañan a sus parientes a recibir el tratamiento médico.
 
El centro de salud cuenta con tres unidades de hemodiálisis, divididas en A, B y C y 32 máquinas; sin embargo, por reconstrucción fue cerrada la C y, actualmente, sólo funcionan 24 máquinas y dos unidades.
 
Además de la sala clausurada, las pocas que funcionan trabajan a toda capacidad, con el fin de atender a los pacientes que, semanalmente, suman más de 496.
 
Esta situación retrasa aún más el tiempo de espera de los usuarios, quienes tienen que permanecer durante siete horas en turno, cada vez que necesitan dializarse.
 
Ese es el caso de Enríquez Ortiz, quien llegó a las 11:00 de la mañana, pero pasadas las 4:00 de la tarde todavía estaba en turno, para luego, «si corre con suerte», permanecer por cuatro horas conectado al aparato que hará la función de sus riñones.
 
«En muchas ocasiones he tenido que irme a casa sin dializarme, porque hay tres turnos de cuatro horas cada uno, y resulta que cuando llega el mío, ya la planta de emergencia hay que apagarla, debido a que todo el día estuvo prendida y nunca contamos con energía eléctrica para los aparatos renales», explicó Ortiz, con miedo de que otra vez ese fuera su caso.
 
Pero, este vía crucis también lo viven las familias que acompañan a los enfermos renales, pues mientras que sus seres queridos están en diálisis, ellos tienen que respirar durante tres y cuatro horas el polvo y compartir el mismo espacio con los desechos de la remodelación del hospital.
 
«Mire, a veces llego a la casa con la ropa y la cabeza llenita de polvillo y hasta he pensado que mientras mi esposo está limpiando su sangre a través de la diálisis, mis pulmones están llenándose de serrín, pero no puedo dejarlo solo», comentó Ramona Segarra.
 
Tanto los pacientes como sus allegados entienden que el problema pude solucionarse si desalojan el local que ocupa la Farmacia del Pueblo Promese-CAL, aledaño al centro, para posibilitar la instalación de la nueva unidad de diálisis que agilizaría los turnos.
 
No obstante, los usuarios de hemodiálisis del hospital Luis Eduardo Aybar (Morgan), se mostraron complacidos con el servicio brindado por los médicos y enfermeras del centro, aunque se quejaron de la insuficiente cantidad de máquinas que operan y las largas esperas.
 
Tanto los pacientes del Padre Billini, como los del Morgan declararon que en los hospitales les suministran los medicamentos y materiales médicos que necesitan durante y después de la diálisis.
 
Sin duda, el disgusto de estos enfermos y familiares radica esencialmente, por la carencia de suficientes máquinas de diálisis, a pesar del anuncio del ministro de Salud que invertiría RD$25 millones para estos servicios

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