(III)
Repito que no soy especialista en Pedagogía, pero me siento con el derecho a opinar en la medida en que he tenido experiencia en la elaboración de libros de texto de Media y Básica, como autor y consultor. Andrés L. Mateo me ofreció incorporarme al esfuerzo realizado durante la gestión de Jacqueline Malagón, cuando tomé parte en la elaboración de los libros del área de Sociales. Recuerdo el entusiasmo con que contribuyeron historiadores y pedagogos. Con posterioridad, elaboré varios libros de la Editora Santillana por solicitud de Carlos Andujar, a la sazón editor del área.
Gracias a esa experiencia, creo que me encuentro en condiciones de apreciar que los textos integrados que ha comenzado a producir el Ministerio de Educación presagian, por lo menos en ese ámbito, cambios susceptibles de integrarse en procesos globales de mejoramiento de la educación. El simple hecho de que se haya asumido esa tarea es ya señal de cambio. Como lo es el que, bajo la conducción de la viceministra Dinorah de Lima, se haya conformado o ampliado un equipo para la reelaboración curricular y la confección de libros de texto.
La existencia de un equipo de tal género y la profundización de su labor deben trascender situaciones particulares en el Ministerio para tornarse en política de Estado, al margen de los sectores políticos en el poder. La sociedad debe presionar para tal logro y prestar colaboración al equipo y sus labores. Pero es también fundamental que el Ministerio de Educación asuma una apertura hacia la sociedad, mediante la incorporación de competencias individuales o colectivas múltiples que puedan contribuir en esa labor titánica.
Me parece que los nuevos textos introducen elementos que podrían desembocar en cambios trascendentales de la educación dominicana. Veo en el carácter “integrado” de esos libros algo de mucho más valor que la simple superación de las rupturas entre disciplinas o materias en la organización del saber. Como están concebidos, abren posibilidades a una nueva actitud hacia el conocimiento por parte de maestros y alumnos. Uno de los defectos de la educación en el país ha sido su carácter memorístico y pasivo. Por circunstancias conocidas, las reformas instituidas por Hostos experimentaron regresiones conceptuales hace muchas décadas, lo que no dejó de repercutir en ulteriores deterioros de la calidad.
La visión hostosiana trascendía con mucho la laicidad, en tanto que propugnaba por la formación de sujetos libres y activos, abiertos a la reflexión, al conocimiento creativo, a la actitud crítica y al compromiso participativo. Como parte de correlaciones de fuerza e intereses gravitantes, la educación fue deslizándose hacia la rutina, la falta de creatividad, el memorismo, el conformismo; en fin, hacia la reducción alarmante de la calidad de sus contenidos y procedimientos.
Los textos integrados incorporan paradigmas novedosos que se han ido abriendo paso en otros países de América Latina y que han demostrado resultados.
A solicitud de Dinorah de Lima leí con cuidado los nuevos libros, y quiero referirme a la objeción de que posponen el conocimiento de la lengua española. Me parece que el contenido de los libros implica exactamente lo contrario. Los dos primeros niveles están dirigidos esencialmente al conocimiento de la lengua.
Todo el contenido de esos libros es un conjunto de medios para el logro del objetivo de alfabetizar al niño e iniciarlo en el proceso de dominio del lenguaje oral y escrito. En un momento dado, estos libros integrados incorporan las Matemáticas como única otra área particular de conocimiento. Me parece que el enfoque es por completo adecuado.
No puede escapar a nadie que la base de todo desarrollo intelectual debe asentarse en el dominio del idioma. Este es el recurso crucial para llevar al niño por los primeros procesos de su desarrollo multilateral. Y como fundamento de las ciencias, me parece del todo adecuado el papel que estos libros asignan a las Matemáticas. Esta disciplina, en una medida similar a la lengua, está llamada a impactar de manera central la formación de los sujetos educandos. Los restantes conocimientos, incluidos los de Historia, deben venir después, logrados ya los rudimentos para que el niño pueda pensar en forma creciente, forjar conceptos, tener útiles de análisis y razonamiento.
La objeción de que los textos integrados posponen el aprendizaje de la lengua puede deberse a desacuerdos con los principios que pautan la tarea de la alfabetización y los primeros procesos de conocimiento formal del idioma. La no inclusión de la Gramática en esos niveles iniciales es una práctica ya de rigor en países con elevado estándar educativo. Al menos conozco de un plantel en el país que aplica ese precepto c con todo el éxito, aunque es cierto que se relaciona mayormente con alumnos de familias acomodadas o ricas.
Por otra parte, en los textos integrados no se ignora la necesidad de la Gramática, sino que se pospone su conocimiento a las edades en que pueda incorporarse por los alumnos. La alfabetización se relaciona con el desarrollo de aptitudes globales, que incluyen avances en los contenidos vinculados con el lenguaje. Yo extendería replanteamientos de la Gramática al conjunto del currículo, a fin de hacerla un útil más eficaz de la formación. Como se ofrece en el presente, puede ofrecer poco al nivel requerido de dominio del lenguaje.
No soy pedagogo, por lo cual no puedo entrar en detalles acerca del procedimiento más adecuado para la alfabetización. Lo que está claro para mí, es que con los textos integrados el niño aprende a leer y escribir por contextos de significados, y no a la manera tradicional del silabario. Es una apuesta que, de acuerdo a informes técnicos, ha dado mejores resultados que la tradicional, tanto en la alfabetización en sí como en la conexión con una actitud abierta de parte del alumno a la iniciativa activa y, por consiguiente, a la capacidad de desarrollo del pensamiento.
Además, tal vez algunas de las críticas que se han exteriorizado se deban a que prescinden de considerar la existencia de otros recursos que acompañan a los libros de texto, en particular guías instructivas para los maestros en las labores de alfabetización, requisito de esta metodología. En las condiciones en que se encuentra el aparato educativo, el uso de tales guías resulta imprescindible para facilitar la adecuación de los maestros a principios que rompen con la rutina existente.