La temporada turística de 2011 comenzará mejor de lo esperado. Salvo imprevistos, significará el repunte del sector. Lo habían adelantado algunos observadores y lo acaba de avalar la Feria Internacional de Turismo (Fitur) de Madrid.
Las buenas perspectivas se generan a partir de la evolución económica favorable de Alemania, sobre todo, y en menor medida del Reino Unido, dos de los principales mercados emisores. También se afianzan con la ayuda circunstancial del incremento de precios que han aplicado algunas destinos competidores de la ribera mediterránea, caso de Turquía, amén de la inestabilidad creciente en varios países del norte de Africa, como está ocurriendo ahora en Túnez.
Casi todos los vientos, principalmente los económicos que en definitiva son el gran motor del sector, vuelven a soplar a favor de Balears. Por eso el turismo internacional ya creció un 1,8% en las islas en el conjunto de 2010 después de un segundo semestre con buenas cifras que invitan al optimismo.
Pese a ello, hay que tener en cuenta también –es un mercado que no se puede descuidar en modo alguno– que el turismo nacional ha quedado prácticamente estancado en el pasado ejercicio.
Las buenas perspectivas animan igualmente a las compañías aéreas a establecer nuevas rutas y al Govern a explorar mercados sin estrenar. Por ejemplo, en Fitur se ha confirmado también que Air Europa volará con mayor regularidad a Italia y Reino Unido y que otras compañías de bajo coste están en fase de consolidación de sus posiciones en Son Sant Joan.
Empresarios y Administración han realizado prospecciones en Rusia, Ucrania e Italia y dicen haber hallado todo un potencial de captación de turistas. En Fitur, el president Antich anunció que se harán campañas institucionales de promoción en estos países y, de otro lado, la consellera Barceló prometió "ofertas puntuales" a las que todo el sector "está muy predispuesto".
Sin embargo, estas buenas perspectivas vienen empañadas por algunos comportamientos y algunas imágenes que delatan poca cintura en el seno de sector turístico y en particular por lo que respecta a su relación, casi siempre tensa, con la Administración autonómica.
Mientras la economía logra liberar algunos de sus virus, también en Fitur, patronal hotelera y Govern han escenificado sus desavenencias a cuenta de la promoción turística.
Mientras el president Antich asegura que nunca se había invertido tanto dinero en este apartado como en la presente legislatura, la Federación y las cadenas hoteleras le reprochan que incumpla su promesa de pagar el 0,75% de los intereses del Plan Renove.
Desde algunos círculos políticos se interpretan estos desencuentros en clave electoral.
Poco importa el motivo o la intención porque, sea como sea, el sector turístico de las islas es demasiado importante y dependen tantas cosas y tantas personas de él, que no puede correr el riesgo de dejarse perjudicar por estos rasguños. Antes al contrario, se requiere, hasta el punto de ser imprescindible, cierta altura de miras, considerable capacidad de consenso y diálogo y, en definitiva, un plan de trabajo sólido que mire mucho más allá del problema o el momento puntual.
No vale, porque no lleva a ningún sitio, dormirse en los laureles ni centrarlo todo en lo inmediato. Es la primera reflexión que debe hacer el sector turístico de Balears si quiere sacudirse de encima la inquietud y la incertidumbre permanente o seguir dependiendo en exceso de factores coyunturales exteriores.
El único camino posible para aproximarse a un futuro solvente es el de aprender a sembrar, hacer una apuesta por la calidad, tanto en el sector de alojamientos como en la oferta complementaria de todo tipo que puede encontrar el visitante de estas islas.
Sin ir más lejos, la hoja de ruta aconsejable no es la que se ha seguido hasta ahora en la Platja de Palma, cuya reforma turística no arranca pese a la existencia de fondos comprometidos.
Desde el diálogo y la confluencia de intereses hay que propiciar una reconversión irrenunciable en aras de la calidad, que otorgue a la oferta turística balear unas perspectivas solventes a medio y largo plazo, que le permitan afianzarse en las preferencias de los clientes frente a otros destinos que luchan por hacerse con nuestros mercados tradicionales.
El ejemplo es transferible a todos los sectores y a todos los elementos que inciden sobre la consolidación de la oferta turistica de Balears. O lo que es lo mismo y más importante, la economía de estas islas dependiente, probablemente en exceso, pero así es, del monocultivo turismo.