A pesar de lo que haya dicho el Presidente de la República acerca de que en el país no existe un sistema de corrupción organizada, la incidencia de este flagelo en todos los estamentos de la sociedad dominicana no es meramente un problema de simple percepción.
Durante el acto de entrega al mandatario de un diagnóstico elaborado por el proyecto Iniciativas Participativas Anticorrupción (IPAC), contentivo de 30 recomendaciones al Poder Ejecutivo para fortalecer los niveles de transparencia de las entidades públicas, el presidente Fernández, con el florido verbo que caracteriza sus intervenciones, se extendió en las conceptualizaciones de “micro corrupción” y “macro corrupción”, en un intento casi infructuoso de demostrarle a la ciudadanía y a los organismos que auspiciaron la investigación, que el problema de la corrupción en la República Dominicana no es tan grave como parece.
Lamentablemente, poco se ha dado a conocer de esa investigación, en la cual participaron instituciones estatales, privadas, de la sociedad civil y organismos internacionales.
Pero más lastimoso aún es el hecho que de todas esas entidades participantes, quizás sólo los organismos internacionales guarden alguna esperanza de que sus recomendaciones sean tomadas realmente en consideración.
Ante el discurso presidencial, cualquier ciudadano de a pie puede explicarle con detalles al mandatario cómo es que funcionan los “picoteos”, las “cogiocas”, las “repartideras”, las “comisiones” y los ires y venires del famoso “hombre del maletín”, que nunca ha dejado de existir.
Ahora, no son pocos los funcionarios que, como un eco del primer mandatario de la nación, repiten hasta la saciedad ante los medios de comunicación que se trata de un asunto de percepción.
Pero la corrupción, no su percepción, está ahí, presente, y aunque el presidente no lo quiera ver, comienza y termina en la administración pública, porque aunque puedan existir corruptores en el sector privado, si no hubieran funcionarios corruptibles, no habría necesidad de recurrir a entidades de fuera para diagnosticarnos un mal que todos sabemos nos está reventando la autoestima como nación.