Visualicemos el siguiente escenario: “Un profesor trata de impartir su sección de clases en un aula diseñada para cuarenta estudiantes cómodamente sentados, pero con el inconveniente de que el departamento de Matriculación y Registro, evidentemente por la falta de herramientas que le permiten evitar un descontrol semejante, el profesor recibe la asignación de un listado con noventa o más estudiantes, los cuales tienen que compartir el mismo horario, aula, y profesor para cumplir con los requisitos y pre-requisitos de su carrera.
Como el aula no cuenta con un número de asientos tan alto, el estudiante entonces tiene que correr de un pasillo a otro, y de un piso a otro para “ubicar” un asiento, una vez lo encuentra, se lo pone en la cabeza y corre hacia su aula, pues el profesor ya ha decidido comenzar su sección, el cual con toda la intención de que su lectura sea escuchada por todos los presentes, tiene que desafiar sus cuerdas vocales y entonces vociferar lo que quiere enseñar en ese día. Es posible que los efectos secundarios de una actividad física semejante, y con la frecuencia en que esto sucede, le produzcan síntomas de una laringitis y en muchos casos una condición irreversible de la misma.
Mientras que de forma paralela a dicho drama, el valiente estudiante, como no encontró espacio dentro del aula cuando llega con su asiento en la cabeza, termina sentado en las afueras, ocupando una parte del pasillo o parado y metiendo la cabeza por la persiana para escuchar su clase.
Como una contradicción molestosa, en el mismo edificio y a la misma hora, observamos como otros maestros imparten sus clases con un grupo de menos de treinta estudiantes, pero en un aula donde se pueden acomodar tres veces la misma cantidad. Y uno solo se pregunta; ¿Cómo es posible que a estas alturas, en la era de la electrónica, y con tantas herramientas que existen para manejar el complejo algoritmo de generar horarios escolares y asignar recursos tales como asientos, pizarras, escritorios, etc., todavía este desequilibrio costosísimo sea aceptado por las autoridades que regulan el aspecto administrativo de una universidad? Entonces yo debo concluir que la famosa “falta de voluntad” no es solamente de los políticos.
Cuando esto sucede debemos dirigir la atención hacia el “Administrador de aulas y espacio” responsable de crear un caos semejante, pero no para castigar a esta persona, sino más bien para determinar qué tipo de técnica se está empleando para asignar horarios, que tipo de herramientas tiene a su alcance y cuales desafíos se presentan en cada inicio de clases, y con el objetivo de proveer algún tipo de entrenamiento si fuera necesario. Si la causa de una situación semejante es pon negligencia, otras medidas se deben adoptar.
Los ejemplos negativos son interminables si esta estructura de la tecnología que nos permite crear horarios y manejar su inmenso conjunto de permutaciones no se maneja con cuidado. Que a propósito, en el caso contrario, nos puede ayudar a ahorrar dinero, energía (tanto eléctrica como física), pues por medio de programas especiales que están diseñados exclusivamente para esta área de la industria escolar; podemos configurarlos para que de forma automática nos indiquen cuales edificios, en tiempo de verano por ejemplo, se pueden apagar por completo porque su utilización es casi nula, y por lo tanto podemos controlar la cantidad de agua, luz, y mantenimiento que se necesita para operarlos correctamente.
Creo apropiado hacer algunas preguntas en este momento. Por ejemplo, ¿Cómo pueden los maestros seguir impartiendo sus clases en estas condiciones? ¿Cuál es la idea de crecimiento e innovación que tiene el Rector? ¿Qué prometen los nuevos candidatos a la Rectoría y cómo piensan tomar iniciativas para hacerles la vida más sencilla a sus profesores y estudiantes?
Pero volviendo al escenario anterior, debemos factorizar en la verificación o descripción de estos requerimientos, cuales puntos de integración existen entre el sistema de manejo de estudiantes y el departamento de Registro, y si existe dicha integración, dado el caos presente, entonces tenemos que definir porque y donde existen las fallas de comunicación entre los módulos de dicha base de datos, para entender la razón por la cual el sistema, en el momento de generar los horarios, al mismo tiempo no envía algún tipo de notificación al Decano, por ejemplo, en el cual se advierta que dicha aula, asignatura y su profesor ya llegaron al tope de su capacidad, y que por lo tanto los demás estudiantes que deseen inscribir dicho curso, se redirijan a otras secciones conjuntamente con su profesor, aula y hora de disponibilidad. Esto no es más que un proceso de iteraciones muy fácil de reproducir.
Imaginemos ahora que otra notificación electrónica es igualmente enviada a los profesores asignados a dichas asignaturas informándoles sobre el total de estudiantes registrados, ubicación y condición del aula, incluyendo un listado de recursos disponibles para su consumo tales como; tizas, pizarras, escritorios, etc.
Quiero ir más lejos todavía, las aulas tienen que estar equipadas con las exigencias del aprendizaje moderno; dígase computadoras, proyectores fijos, interconectados por medio una red, sea esta inalámbrica o no, donde el maestro pueda accesar información de cuales presentaciones electrónicas (en PowerPoint por decir algo), están disponibles en su “folder o carpeta”, por asignatura, y así fabricamos la oportunidad para que el “Profe”, como se le dice cariñosamente, pues ponga su mayor esfuerzo en mejorar la calidad del contenido de sus clases, y no en preocuparse por vociferar sus teorías y experiencias.
Si a esto le sumamos la ventaja que ofrecen los videos y documentales relacionados, es muy posible que igualmente nuestros estudiantes se puedan enriquecer en cada una de sus carreras.
La tecnología en sistemas de generación de horarios nos ayuda a clasificar cuales aulas están aptas para su utilización en cualquier situación que se presente, sin la necesidad de improvisar “arreglar el problema” que solo traerá mas incongruencias y un alto estado de tensión para los encargados de manejar dicha tarea. Ninguna institución académica es productiva en toda su capacidad si no tiene control de su crecimiento, recursos, y su espacio físico.
La buena noticia es que existen veintenas de modelos que otras universidades alrededor del mundo los han implementado, y que con la oportunidad de estudiarlos debidamente, podemos encontrar varias teorías las cuales, con un buen equipo de tecnólogos y un director con experiencia, se puede extrapolar un alto porcentaje de estas experiencias para crear un modelo adaptado los más cercano posible a las necesidades únicas del plantel educativo.
Al inicio del artículo, traté de describir un escenario, y debo decir que el mismo no es una ficción o producto de mi imaginación, o como dicen los políticos cuando quieren ocultar lo innegable; “Esto es un hecho aislado”. Yo personalmente he sido testigo, en varias ocasiones, de una irregularidad y descontrol semejante en instituciones académicas en el país.
Solo tenemos que visitar la Universidad Autónoma de Santo Domingo en cualquier momento para comprobarlo. Y tomo a la UASD como ejemplo porque pienso que cada uno de nosotros, los que hemos tenido la fortuna de terminar una carrera universitaria, lleva dentro de sí un pedacito de esta entidad, pues a pesar de que yo no soy un egresado de la misma, tengo más de una razón para sentirme orgulloso de pasearme por su Alma Mater siempre que visite el país. Y creo que solo reconociendo sus necesidades, podemos enfrascarnos con valor, en la lucha de encontrar soluciones permanentes a sus problemas.
Ojala que los nuevos aspirantes a la Rectoría puedan visualizar de qué forma se pueden crear antecedentes positivos que incrementen la productividad de todo el personal administrativo y docente, y por defecto a toda su población estudiantil, para que se ganen de manera ejemplar la simpatía y el voto para ocupar tan honorable posición académica. Personalmente, yo creo que debemos recuperar el verdadero significado que tiene la palabra “Honorabilidad” pues hasta el momento, y sólo apoyado en lo que vemos en muchos de nuestros funcionarios, esta hermosísima palabra tiene cualquier uso, menos el de su poder semántico para la que fue creada.
¡En mi próximo artículo, hablaremos sobre cómo la tecnología ayuda a los profesionales del Derecho!
(*) El autor del artículo es Analista de Integración de Sistemas para una de las corporaciones de mayor incidencia en la industria de la educación, la cual ha sido reconocida como una de las mejores en cuanto a la fabricación de tecnologías y Sistema de Información del Estudiante SIS (Student Information System) en los Estados Unidos.