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0-4 Alemania pasa a semifinales tras vencer a Argentina

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Ciudad del Cabo (EFE).- Alemania fulminó a Argentina, la goleó con toda la contundencia con la que venía ganando la albiceleste, puso al descubierto las miserias del equipo de Diego Maradona y, de paso, demostró al mundo que no es un candidato casual al Mundial de Sudáfrica sino un favorito serio.

Como hace cuatro años, Argentina cayó en cuartos y ante el mismo rival. Pero entonces lo hizo en la tanda de penaltis y ahora bajo una tormenta de goles germanos.

Por quinto Mundial consecutivo, Argentina cae ante una selección europea y lo hace un día después de que perdiera Brasil frente a Holanda en la misma ronda, poniendo en duda el presunto dominio futbolístico de Latinoamérica.

Los germanos se cuelan entre los cuatro mejores del mundo tras haber dejado de lado a dos de las favoritas, primero a Inglaterra y luego a una Argentina que no conocía la derrota, que venía dejando muestras de contundencia ofensiva y ambición.

El equipo de Maradona perdió porque se enfrentó a un rival más serio, que sacó partido de todas las carencias que hasta ahora habían quedado tapadas por su contundencia ofensiva, por la potencia de su delantera, auténtica dinamita que había desarbolado a todos sus rivales sin necesidad de orden táctico, de disciplina.

Pero contra Alemania eso no fue suficiente. Las estrellas albicelestes no brillaron. Messi anduvo menos presente y el equipo se derrumbó como un castillo de naipes, como un gigante con los pies de barro. Cuando falló la pegada, no había nada para suplirlo.

Perdió un partido que se puso cuesta arriba desde el minuto 3, cuando Müller, el joven jugador que hace cuatro meses Maradona había confundido con un recogepelotas y que ya lleva cuatro tantos en este Mundial, anotó el primero de la tarde en el minuto tres. No obstante, Muller no marcará en las semifinales, porque vio una amarilla que le impedirá jugar esa ronda.

El marcador en contra pesó como una losa. Argentina descubrió una situación inédita, desconocida para un equipo acostumbrado a remar a favor de corriente, arriba en el marcador y no a verse con prisas, urgencias y obligaciones.

En ese contexto nada funcionó. El equipo empujó con brío, con el corazón que tanto les ha pedido su seleccionador, pero sin orden. Fue una ofensiva apasionada pero tan ineficaz como contundentes habían sido las de los partidos anteriores.

Quien más lo intentó fue Ángel di María, el mejor de su equipo, el más activo en la incorporación al ataque, más acertado que en los partidos anteriores. Dejó en el césped su mejor versión, tanto cuando comenzó por la izquierda, su puesto natural, como cuando se desplazó a la derecha para buscar soluciones al marcador en contra.

Messi apareció menos, perdido en la maraña alemana, obligado a bajar a buscar el balón muy lejos de la portería, donde no se puede ser letal, donde su magia pierde poder y su influjo en el juego es menos determinante.

Tévez le puso genio pero poco más e Higuaín participó menos en el juego.

Fue poca la propuesta argentina. Media docena de jugadas que apenas llegaron a despeinar la tela tejida por Joachin Löw.

Lo intentaron desde lejos pero sin fuerza, trataron de entrar en el área pero sin acierto. Se estrellaron una y otra vez. Y Messi no aparecía.

Impotente, sin respuestas, Argentina se conformó con dominar pero sin crear grandes ocasiones, mientras Alemania acechaba, aguardaba en sus cuarteles de invierno a que la albiceleste dejara sus huecos.

Los tuvo la "Mannschaft", que volvió a demostrar que a la contra es una máquina bien engrasada. Pudo marcar Klose tras una brillante jugada de Müller. Y el propio Müller a pase de Lahm.

Sus ocasiones eran más claras que las argentinas, pero la intensidad la ponían los albicelestes.

En el segundo tiempo buscaron más el gol, con más ahínco, pero con el mismo desacierto. Su empuje rompió el partido, lo hizo de ida y vuelta, sin rumbo, a la merced de cualquiera, un correcalles sin sentido que dejó los minutos más atractivos y emocionantes

Del intercambio de golpes salió beneficiada Alemania, la que tenía un poco más de orden y clarividencia.

En el minuto 68 Müller demostró que está enchufado en el Mundial y, desde el suelo, acertó a servir a Podolski que se internó en el área para centrar a un Klose que marcó libre de marca.

El segundo tanto acabó por quebrar a Argentina. Sólo quedaba la heroica, lanzarse a por todas a la desesperada. Pero Alemania no dio tiempo a Argentina a preparar la respuesta. Siete minutos más tarde Schweinsteiger dejó sentados a cuantos defensas albicelestes le salieron al paso y sirvió para que Friedrich sentenciara el encuentro.

Todavía tuvo tiempo de marcar el cuarto Klose en otra jugada al contragolpe, lo que le deja a las puertas de ser el máximo goleador de toda la historia de los Mundiales.

Era la sentencia a una selección argentina que sucumbió de alto, con estrépito, desarbolada por un equipo ordenado que se mete entre los cuatro mejores del mundo y presenta su candidatura a más, nadie sabe a cuanto más, porque su juventud llena de incertidumbre su suerte.

A tanto como aspiraba hasta ahora la Argentina de Maradona, que vio como sus estrellas dejaban de brillar el día más necesario.

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