Tecnologías, catástrofes y cambio climático

En pocos minutos, se fue a pique la campaña que las petroleras iniciaron hace varios años: cambiar su imagen, cambiar de identidad a partir de campañas a favor de la fauna, de la flora, organizando concursos hablando de “innovaciones tecnológicas y de energías limpias”. Pronto veremos de nuevos aves empapadas, ballenas muertas, delfines esparcidos en el Golfo de México huyendo el petróleo. Esas imágenes nadie las desea, son el espejo de nuestra despiadada dependencia del petróleo que se busca cada vez mas profundo y en condiciones, cada vez más extremas. Es decir con cada vez mas riesgos ambientales y sociales.

Desde el 20 de abril del 2010, una tragedia ecológica afecta el golfo de México, las costas de Luisiana, Misisipi, Alabama y probablemente la Florida. Es una catástrofe ambiental y social peor que la ocurrida en 1999 con el Exxon Valdez a lo largo de las costas de Alaska, La costa sur de los EE.UU es particularmente rica en ciénagas, en tierras bajas (desembocadura del Missisipi) frágil y rica en una fauna acuática, subtropical, especialmente en peligro por el nivel de desarrollo de las industrias petroquímicas, agroquímicas, pesqueras y agroalimentarias. Como siempre ocurre, la explosión de la plataforma Deepwater Horizon es, de nuevo, provocada por una cascada de negligencias, entre la British Petroleum (BP) y su subcontratista, la empresa Halliburton, cuyo accionista principal es Dick Cheney, un lobbista, republicano famoso en el medio político americano, involucrado en la guerra de Irak y en la explotación de su recurso principal: el petróleo. La ira de los empresarios de la pesca y de la alimentación es tal, que en el 2009, la BP había minimizado los riesgos de accidentes y se había negado a reforzarlos, considerando que eran suficientes y seguros.

En la actualidad, se estima que unos 800.000 litros diarios de crudo o 5,000 barriles fluyen cada día al Golfo de México, es la peor catástrofe petrolera de la historia y a pesar de las innovaciones tecnológicas desarrolladas para controlar la hemorragia de crudo, estas han fracasado.

Las consecuencias ambientales son terribles tanto para la biodiversidad, la fauna, la flora, como son incalculables las perdidas económicas y sociales para la población y sus actividades ligadas a la pesca, al turismo, al ecoturismo, en una costa, además, tan afectada por los ciclones.

Esa tragedia, provocada por múltiples factores entre ellos, los recortes presupuestarios en la seguridad en las plataformas petroleras, ocurre justo en el momento en que los EE.UU se aprestan a discutir un nuevo proyecto de ley sobre cambio climático. El documento que será presentado por el senador demócrata John Kerry y el senador Joseph Lieberman, propone reducir las emisiones de CO 2 en un 17 % para el 2020, tomando por referencia el 2005. Esto significa un retroceso respecto a las medidas aprobadas en noviembre que fijaban una reducción de un 20 % pero, peor aun, es que la exploración petrolera, a pesar de la catástrofe, será incentivada porque los EE.UU buscan una mayor independencia energética y una de las formas es perforando frente a sus costas atlánticas.

Es bueno recordar, que en Bolivia (Cochabamba) 20.000 militantes ambientales representando a 130 países, acaban de celebrar la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra (29 y 30 de marzo) convocada por el presidente boliviano Evo Morales donde se reafirmaron las exigencias de los ambientalistas de que se respete el Protocolo de Kioto, pidiendo que se reduzca en un 5 % las emisiones de gases contaminantes entre 2008 y 2012.

Las organizaciones sociales de Bolivia plantearon que a partir del 2013 las naciones ricas bajen en un 50 % el CO 2 y que la crisis climática consecuente, sea pagada por las sociedades que la causan transfiriendo gratuitamente tecnología a los países afectados y la creación de un Tribunal Internacional que juzgue a Estados y empresas responsables del calentamiento global.

Esa catástrofe local (Golfo de México) es precisamente el tipo de catástrofe que tienen repercusiones globales (biodiversidad, clima con repercusiones en todo el Caribe y sus actividades).

Pero el punto que sensibiliza a los ecologistas, es que si bien es cierto que en marzo, el presidente Obama había anunciado que flexibilizaría las restricciones a la exploración petrolera, lo cual, en opinión de los ambientalistas, tenia por propósito ganar el apoyo de los republicanos para sacar adelante su proyecto de ley sobre la salud publica, nadie se esperara que pasaría a los actos algunos meses después.

El presidente Obama no solo flexibilizo las restricciones, peor, no implemento las supervisiones necesarias en relación con la extracción de crudo.

Las audiencias realizadas, ya muestran las fallas en materia de seguridad (perdidas en el sellado, junta hidráulica suelta, batería descargada, etc..). Una de las esperanzas que el electorado se fabrico, entre ellos los ambientalistas, con el aspirante a Presidente de los EE.UU, Barak Obama, era precisamente que “algo iba a cambiar en asuntos ambientales en los EE.UU” : estamos a la espera de medidas, después la decepción de Copenhague, esa nueva catástrofe, “empaña” la imagen del Presidente, pero además, esta vez con “chapapote” de verdad.

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