Dios nos prepara para todos los momentos de nuestras vidas y solo con sus fuerzas podemos lograr la victoria. Asumir su paz y su fortaleza es la única vía correcta para lograr los propósitos que él tiene para con nosotros.
Una gran parte de los seres humanos viven atormentados y aturdidos por los problemas cotidianos. La falta de recursos materiales, la falta de oportunidades, las frustraciones de nuestros anhelos, la disgregación de nuestras familias y, en fin, miles de problemas del día a día, hacen que muchas personas pierdan las perspectivas exactas y precisas de sus vidas. De esa manera viven una existencia amargada, caótica, llena de sinsabores y de frustraciones.
Es que muchos seres humanos creen que sólo con sus fuerzas pueden enfrentar y vencer los obstáculos. Por eso fracasan y se frustran. Para los que hemos asumido a Jesús como nuestro Señor y nuestro Salvador esas situaciones son diferentes. Y no es porque no tengamos problemas, sino que sabemos buscar la fuerza de Jesús para enfrentarlos y vencerlos. Para quienes asumen la verdad del Señor “todo obra para bien”, no importa cuál sea la situación que estemos atravesando y que estemos viviendo. Jesús es la única y verdadera solución para todas las situaciones que nos atormentan.
El nos da la paz y la confianza para seguir adelante a pesar de que estemos viviendo la más dura y difícil tormenta. Esa paz es real y es precisa. Y como dice Filipenses 4 versículo 7: “La paz de Dios sobrepasa todo entendimiento”.
Ahí está la clave pues cuando confiamos solo en nuestras fuerzas estamos poniendo los problemas demasiado grandes. Pero cuando confiamos en las fuerzas del Señor y le pedimos su orientación para enfrentarlos, los problemas se disminuyen y se tornan derrotables. No existe problema ni situación tan grave que el Señor no pueda vencer. Nosotros solos no podemos, pero si buscamos su orientación y su ayuda siempre alcanzaremos la victoria.
Y no es que eso sea de inmediato como en las películas, sino que es un proceso que vamos construyendo entregándonos cada vez a nuestros Dios y pidiendo que se haga su voluntad y no la nuestra. Dios es un Dios de procesos, de caminos seguros y firmes pero persistentes. Entregarse a él significa caminar de acuerdo a su voluntad sin importar las consecuencias.
Para alcanzar la paz y la fortaleza del Señor debemos caminar firmes confiados en él sin temer. Debemos ser fieles a su palabra. Debemos sembrar justicia y amor. Debemos dar mucho amor sin importar que los demás no lo comprendan. Debemos saber perdonar a quienes nos ofenden, a quienes nos maltratan y a quienes nos hacen mal. Debemos saber amar a nuestros enemigos y orar por ellos.
Debemos saber soportar todo el vendaval de las críticas y los insultos sin que el odio sustituya el profundo amor que hay y siempre debe haber en nuestros corazones. Debemos llevar cada día a la práctica el ejemplo de entrega y sacrificio de Jesús, que fue capaz de entregar su vida para lavar el pecado de todos nosotros. Si queremos encontrar la paz y la fortaleza de Dios debemos contentarnos sin importar la situación que estemos viviendo. Ser como el apóstol Pablo cuando dice en Efesios que “en todo y por todo estoy ensenado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
Euri Cabral
Es Comunicador y Economista
eurizina@hotmail.com