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20 años de la gran sorpresa del boxeo: el nocaut a Tyson

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NUEVA YORK.- "¡Mike Tyson ha sido noqueado! ¡Increíble!". El narrador de la HBO se queda callado. Son ocho segundos de silencio estupefacto, un vacío eterno en televisión. Casi se le oye tragar saliva.

Barrunta cómo explicar lo que acaba de ver, después de procesarlo. Simplemente, no sabe qué decir. "Lo que acaba de hacer ‘Buster’ Douglas hace que ‘La Cenicienta’ parezca una triste historia", dice el comentarista, que le echa un cable. "Vamos a decirlo claro: la mayor sorpresa de la historia del boxeo", le replica su compañero de mesa, ya repuesto.

‘La Cenicienta’, efectivamente, se quedaba corta para explicar lo que acababan de ver millones de espectadores alrededor del mundo. El inhumano ‘Iron Mike’ Tyson, invicto, con 37 victorias, 32 de ellas por KO y 17 en el primer asalto, caía inconsciente tras cuatro golpes descomunales: un upper cut de derecha que anula cualquier voluntad, seguido de tres directos que lo mandan a la lona sin remisión.

‘El Terror del Garden’, que con 24 años pisaba claramente por el camino de baldosas amarillas que llevaba a la cima de la historia del boxeo, caía a plomo en la que es, seguro, la mayor sorpresa de la historia del boxeo. Cuesta pensar que en el deporte en general haya habido algo comparable.

Las apuestas estaban 42 a 1 para Tyson, y los periodistas lo sabían. Por eso, en la rueda de prensa previa al combate, unos 300 plumillas desalojaron la sala cuando le tocaba hablar a ‘Buster’ Douglas, el desconocido de Columbus, Ohio, el saco de patatas que le habían puesto a Tyson antes de poder enfrentarse a retos mayores. "Se quedó un periodista. Me preguntó, "¿tú eres ‘Buster’ Douglas, no?", recuerda el ex boxeador.

‘Buster’ llegaba a la pelea metido en una depresión: su madre había fallecido tres semanas antes Douglas no era nadie, y era menos que nadie si se le comparaba con Tyson. Era rápido, alto, un buen peso pesado que se había ganado el derecho de ser contendiente al título, pero lidiaba con sus problemas de peso y con su propia inconstancia. Además, al combate llegaba metido en una depresión que nunca le abandonó: su madre había fallecido tres semanas antes. La misma madre que, cuando era pequeño y llegó a casa llorando porque unos niños lo amenazaban, tiró al crío al suelo, le puso la rodilla en el pecho y le dijo: "Más te vale que no te peguen, porque entonces seremos dos los que te golpeemos". Ella era la dura de la casa, a pesar de que el marido, ‘Dynamite’ Douglas, había sido boxeador profesional. Era una familia hecha al sufrimiento: el hermano pequeño falleció al dispararse accidentalmente una pistola.

Después de la sorpresa…

Tras vencer a Tyson, sobre la mesa de Douglas aparecieron ofertas de todo tipo: muchos treintañeros españoles habrán jugado al ‘Buster Douglas Knockout Boxing’ de la videoconsola, y le pusieron 24 millones de dólares sobre la mesa para poner en juego su radiante cinturón contra Evander Holyfield, apenas ocho meses después. La preparación fue caótica: si en los días antes de un combate un boxeador no come más que lechuga y pollo hervido, él pedía una pizza para zampársela en el mismo ring en el que hacía guantes con el sparring. En el pesaje antes de la pelea, en el que dio casi seis kilos más que en febrero, los murmullos atronaban cuando la báscula ‘habló’ para llamarle gordo.

Preparando el combate contra Holyfield, Douglas pedía una pizza para zampársela en el mismo ring.

Perdió lastimosamente, demostrando al mundo que lo de Tyson había sido una especie de intervención divina. "No quería pelear más. Psicológicamente no estaba para nada", reconoce el ex boxeador, que se presentó pasado de peso y fue barrido por su rival. "Perdí una oportunidad única. Si hubiera ganado a Holyfield me habrían pagado 100 millones por una revancha con Tyson", reconoce.

Mientras que los puños de ‘Buster’ habían empezado a dibujar la película de derrotas y miserias personales de Tyson, paradójicamente el éxito del verdugo también le guió a él mismo por el mismo camino.

Enfermo de diabetes, comió y bebió hasta ahogar, o eso creía, la pena de ver morir a su madre. Poco más de cuatro años después de aquel 11 de febrero de 1990, James Douglas, ya desposeído del mote (‘buster’ es una manera coloquial de decir ‘macho’), pasaba tres días en coma preso de sus excesos. Los paralelismos eran evidentes: cuando Douglas dormía inconsciente, Tyson ya estaba a la sombra por la violación de Desiree Washington.

Douglas vive discretamente en su rancho mientras Tyson pasea sus miserias en el ‘Mira quién baila’ italiano.

Cuando despertó ‘Buster’, apostó por cambiar su vida. Lo consiguió. Incluso volvió a boxear en 1996, el mismo año de la primera pelea de Tyson contra Holyfield, los últimos coletazos de supuesta grandeza de la leyenda. Douglas perdió uno de sus nueve combates en el regreso, pero se fue en paz consigo mismo y con el boxeo, algo que nunca consiguió ‘Iron Mike’.

Hoy el señor James Douglas, feliz padre de familia, vive en su rancho de Columbus, Ohio, la misma que lo recibió con confeti y flores cuando regresó de noquear al ‘tipo más malo del planeta’.

Escribe libros de cocina para diabéticos, tiene una fundación para ayudar a los que padecen su enfermedad y mantiene un web personal y un Twitter donde sus fans siguen felicitándolo por aquel 11 de febrero de 1990.

Entre tanto, Tyson pasea sus miserias en el ‘Mira quién baila’ italiano, convertido en un histrión de dimensión internacional. ‘El Terror del Garden’ fue mil veces mejor boxeador que Douglas, mil veces más rico y mil veces más poderoso. No ganaba por goleada a su rival en el tamaño de los demonios que lo carcomían, pero ‘Buster’ fue mucho más fuerte para combatirlos.

En esa pelea, como en aquel ring en Tokio en el que asombró al mundo, esa especie de intervención divina sigue del lado del modesto Douglas, el chico al que más le valía defenderse de los malos de la escuela si no quería que su madre le pateara el culo.

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