Cuando el transporte público urbano se vio afectado en la mañana de este viernes y decenas de pasajeros colmaron las principales esquinas de la capital con expresiones de angustias e impotencia, la pregunta fue inevitable y precisa: ¿quiénes son los que más pierden con cada paralización del transporte en el país?
Muchas de las personas que se encaminaban hacia sus puestos de trabajos o de estudios, tuvieron que avisar que les era imposible llegar.
Algunos medios de prensa informaron acerca de la caótica situación que se vivió en diferentes puntos donde tuvo lugar la paralización del transporte, hasta con escenas de innecesaria violencia.
Esa misma población que debe apoyar los paros y las huelgas, necesita llegar a sus destinos y no tener amaneceres grises e inciertos, que para nada soluciona sus penas cotidianas.
Es esa mayoría que se mueve a diario a través del transporte público, quien más sufre las consecuencias de estos conflictos.
Ni Gobierno, ni dirigentes transportistas y sindicatos implicados pueden reparar el daño emocional de hombres y mujeres que cada día deben buscar la subsistencia de su prole, y pagar los productos aumentados en los precios de la canasta básica.
Lamentablemente, en lo que se arreglen las demandas de los médicos, los transportistas, y otros sectores de la sociedad, entre quienes, sin duda, existe un gran descontento, mientras las aguas tomen su lugar, el precio más alto lo habrán de pagar quienes menos posibilidades tienen.
A veces, cuando se escuchan voces de marchas y protestas, viene a la mente el silencio atronador de quienes no son escuchados en el eco de sus sufrimientos y que deben enfrentar, por un lado la falta de entendimiento, y por el otro, la inexistencia de visibles soluciones.