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El caso del senador ausente

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El debate que se ha suscitado en torno a la figura del senador Alejandro Williams, PLD-San Pedro de Macorís, me ha obligado a reiterar algunas precisiones:

1) No es cierto que su candidatura se haya abierto paso a contrapelo de la postulación de Felipe Jey Payano, ministro de Deportes durante los últimos cinco años. Fue producto de la acefalía creada por el deseo del presidente Leonel Fernández de conservar al Jey en el puesto que ha mantenido, con el compromiso de que de todas formas asumiría como si fuera la propia la candidatura del que fuere postulado.

2) No es cierto que la motivación de su escogencia fueran los recursos económicos que exhibía producto de su enriquecimiento, en relativamente poco tiempo, en el ejercicio de su profesión de médico-odontólogo en los Estados Unidos. Si la campaña se hubiese atenido a las tímidas contribuciones del nominado a senador por el PLD, ese partido habría padecido una derrota apabullante.

3) No es cierto que su triunfo fuera producto de maniobras fraudulentas en el conteo y cotejo de las votaciones, pese a perder en la mayoría de los municipios, Williams aventajó ampliamente a Josecito Hazim en el casco urbano, donde se concentraba la inmensa mayoría de los electores.

¿Por qué perdió una figura que parecía imbatible?

Entre otras razones, por la confianza de triunfo. Nadie quería la senaduría de San Pedro, por la creencia de que eran remotas las posibilidades de derrotar a José Hazim, aunque todas las investigaciones de mercado, presagiaban serias dificultades para el rector de la Universidad Central del Este.

Aunque José Hazim cabalgaba sobre la potencialidad de dos fuerzas políticas principales: el Partido Reformista Socialcristiano, tradicional ganador de la plaza, y el Partido Revolucionario Dominicano, acusaba una desventaja: los candidatos a diputados (los verdaderos caballos de batalla de la candidatura senatorial) eran más fuerte del lado del PLD, que de la Alianza Rosada).

La prueba es que la doctora Lila Alburquerque, que en oportunidades anteriores había sido la candidata que más votos colectaba para su senador, quedó confinada en un cuarto lugar, mientras el diputado peledeísta José María Sosa, emergía como el más votado de la plaza.

Por otra parte la campaña de Williams se posesionó sobre un núcleo temático que resultaba muy adverso para el senador Hazim, rector y propietario de uno de los grandes centros de desarrollo de la región oriental: la Universidad Central del Este, que en los tiempos de su padre, facilitó que muchos jóvenes de escasos recursos lograran titulación universitaria, bajo el compromiso de pagos posteriores a la terminación de sus carreras.

Aunque la universidad mantenga programas para dar oportunidades a los que no pueden pagar, la percepción, que es más importante que la realidad, decía en los estudios que la entidad se había tornado más comercial que solidaria, y que por lo tanto estaba vedada para los menos pudientes.

¿Cómo se podía sacar mejor provecho de ese sentimiento?

Promoviendo la instalación de una extensión de la Universidad del Estado, y de ahí que el adversario de Josecito no prometía otra cosa que la UASD para San Pedro de Macorís.

Williams era un cocolito pobre, como la mayoría de los que habitan los barrios petromacorisanos, que, paradójicamente, encontró la oportunidad de la formación profesional, gracias a la existencia de la UCE en San Pedro de Macorís, oportunidad que ahora no tenían otros jóvenes porque se ha tornado menos asequible, de modo que para que esos jóvenes pudieran hacerse ricos como Williams, requerían de una universidad que no les cobrara, lo que no pueden pagar. Esa campaña dio en el clavo.

Ahora Alejandro Williams está bajo el escrutinio público por la revelación de una supuesta investigación por fraude al Medicaid, el seguro social de los Estados Unidos, que él ha desmentido, sin presentar, como debió hacerlo, certificaciones que en circunstancias como las que atraviesa resultan muy útiles.

Aunque no traiga nada, el río viene sonando desde hace tiempo con esa y otras imputaciones que es oportuno investigar y aclarar, y, por otra parte, el senador ha reportado un gran ausentismo en sus actividades. Ni acude a las sesiones del Senado, ni a las reuniones del Comité Provincial de su partido, que lo ha suspendido, ni aparece para dar la cara a los pobladores que representa, lo que indica claramente que su vocación no es la del servicio público.

Lo más honorable en esas circunstancias es que no perjudique ni a la sociedad ni a su partido, recibiendo unos ingresos que no honra, y que se concentre en lo que le gusta y le ha dado éxitos: sus negocios.

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