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Las personas pobres son más propensas al dolor crónico

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El dolor crónico es mucho más común entre los estadounidenses de edad avanzada pobres y con un nivel educativo más bajo que entre sus pares más ricos y con un nivel educativo mayor, según un estudio reciente.
 
«He observado que las personas con unos niveles más bajos de educación y de riqueza no solamente tienen más dolor, sino también un dolor más severo», dijo la autora, Hanna Grol-Prokopczyk, profesora asistente de sociología de la Universidad de Buffalo, en Buffalo, Nueva York.
 
«También observé la discapacidad relacionada con el dolor, lo que significa que el dolor está afectando a la capacidad de hacer el trabajo normal o las actividades domésticas. Y de nuevo, las personas con menos recursos económicos y un nivel educativo menor son más propensas a sufrir esta discapacidad», añadió en un comunicado de prensa de la universidad.
 
Al analizar los datos recogidos durante 12 años de más de 19,000 personas de a partir de 51 años de edad, se observó que las que tenían un nivel educativo más bajo tenían un 80 por ciento más de probabilidades de sufrir dolor crónico que las que tenían el nivel educativo más alto.
 
Las personas que no finalizaron la escuela secundaria tenían un 370 por ciento más de probabilidades de sufrir un dolor crónico severo que las que se habían graduado de la universidad, encontró el estudio.
 
«Si se observa todo el dolor (el leve, el moderado y el severo juntos), se ve una diferencia a lo largo de los grupos socioeconómicos», señaló Grol-Prokopczyk. «Y otros estudios lo han mostrado».
 
«Pero si se observa el dolor más severo, que es el dolor que más se asocia con la discapacidad y la muerte, entonces las personas con desventajas socioeconómicas son muchísimo más propensas a sufrirlo», afirmó.
 
Grol-Prokopczyk añadió que se necesitan más investigaciones para saber por qué el dolor crónico es mucho más común entre los estadounidenses de mayor edad pobres y con un nivel educativo menor. Los hallazgos también son importantes cuando se hable de la epidemia de abuso de analgésicos opiáceos en Estados Unidos, añadió.
 
«Hay mucha presión ahora mismo para que se reduzcan las recetas de opiáceos. En parte, este estudio debería ser un recordatorio de que muchas personas están sufriendo dolor legítimamente. Los profesionales de la atención de la salud no deberían asumir que alguien que aparece en el consultorio quejándose de dolor simplemente está intentando conseguir una receta de opiáceos», dijo Grol-Prokopczyk.
 
El estudio, que fue publicado recientemente en la revista Pain, también enfatiza la necesidad de que se investiguen nuevos tratamientos.

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