El viejo cuento del adulterio cometido sobre un sofá, el cual manda a botar el individuo que se siente agraviado, viene a cuento debido a las declaraciones del jefe de la Policía Nacional, Nelson Peguero Paredes, quien afirmó que se investiga el caso del raso Daurin Muñoz, quien publicó un video en el que se queja de los bajos salarios que paga esa institución.
El jefe policial advirtió que en este asunto «vamos a tomar las medidas, que tengamos que tomar»; pues es cierto que estas entidades tienen sus propias vías para encauzar sus quejas u otras motivaciones y por eso Peguero Paredes dijo que «Si es policía, tenga la seguridad de que vamos a tomar las medidas pertinentes»…, porque “ningún policía puede deliberar sobre ningún asunto en particular…», ya que eso, según su criterio «va en contra de la ley».
Lo que no puede nadie negar es que lo expresado por el raso, constituye una de esas verdades a gritos, que todos y todas conocen y cuyas soluciones no aparecen al paso de los años. Lo inteligente sería, en casos como estos, prestar atención a las causas, porque las consecuencias, aunque se intenten coartar, proliferan una y otra vez, dado que los orígenes del mal están ahí, a la vista de todos.
Y no se justifica para nada que un agente del orden cometa actos delictivos, ni mucho menos. Pero se han visto ya muchos ejemplos que denigran a la institución y mejor es reclamar, como hizo este joven un mayor salario para los agentes; condenar los maltratos por parte de superiores, según denunció, que apretar la boca o seguir en silencio con lo que hay que acabar de solucionar cuanto antes: porque la nación necesita contar con hombres y mujeres que puedan satisfacer sus problemas cotidianos y estén en condiciones de ayudar, como Dios manda, a la ciudadanía. Y esto, lo saben jefes y subordinados, no se logra sin la debida atención al ser humano.
