El trabajo de Rafael G. Santana, publicado en estas mismas páginas hace unos días, referido a la señora Oliberta Rosario, quien fue enviada a su casa con un feto muerto y sin recibir la asistencia médica requerida, se suma a los trabajos que este multimedios ha publicado sobre los problemas que entraña la salud pública en la sociedad dominicana.
Otra colega, Odalis Mejía, refiere la dolorosa cifra de unas 126 muertes maternas ocurridas en el país durante este año, de las cuales 114 (95.2%) tuvieron lugar en hospitales públicos.
Estos datos se basan en lo ocurrido hasta el pasado mes de agosto y tal y como señala Mejía, el boletín de la Dirección de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública, notificaba 13 muertes maternas en el mes de agosto, a ninguna de las cuales se les practicó necropsia, ni hubo análisis de evitabilidad.
En un reportaje que vio la luz en estas mismas páginas, hace algún tiempo, hablábamos de los errores que se visten de negro, cuando las malas prácticas médicas concluyen con las pérdidas de tantas mujeres en el país, aun cuando la mayoría de estas van a tener sus hijos en manos de los galenos.
No es posible que un embarazo a término, observado clínicamente por un especialista durante los nueve meses de embarazo concluya así. Los datos reflejan muertes por abortos; septicemia o infecciones; trastornos hipertensivos y complicaciones a la hora del alumbramiento.
Se destacan con estos tristes casos de muertes maternas el hospital regional José María Cabral y Báez de Santiago (a la cabeza de las estadísticas); el Materno Infantil San Lorenzo de Los Mina; la Maternidad Nuestra Señora de La Altagracia; el Luis Eduardo Aybar y el hospital Antonio Musa de San Pedro de Macorís, aunque las víctimas se cuentan a todo lo largo y ancho del territorio nacional.
Lamentablemente, algo muy terrible está sucediendo en el país con las embarazadas: o no funciona el período de observación correspondiente con los casos de alto riego obstétrico o, sencillamente, la negligencia se está abriendo paso en esos instantes finales del parto.
El Ministerio de Salud Pública debe tomar cartas en el asunto y actuar cuanto antes, porque no es posible que la República Dominicana mantenga unatasa de mortalidad materna de 159 muertes por cada 100,000 nacidos vivos, una de más altas de la región. Y no hablemos de que bajamos, de 188 a 159 muertes por 100,000.
La meta de los ODM es de 47 muertes por 100,000 nacidos vivos y al paso que vamos, según Salud Pública se podría alcanzar las 141 x 100 mil, en 2015, para un avance hacia de sólo un 33% que, por supuesto, no satisface en lo más mínimo.