Lo lamentable es que el tema de los médicos siga siendo noticia, y no precisamente para destacar cuestiones intrínsecas a su funcionamiento y los esfuerzos que se hacen en el país, individual y colectivamente dentro del gremio, para disminuir la mortalidad infantil, las muertes maternas y otros índices que aún socavan la salud pública en la República Dominicana.
Es cierto que tienen que sentirse muy mal los galenos, cuando ven que funcionarios públicos poseen salarios que no están a la altura de esos esfuerzos que a diario debe realizar un doctor, una enfermera y otros seres que tienen en sus manos, nada menos que la salud de las familias dominicanas.
Y aunque el secretario de Salud Pública, Bautista Rojas Gómez, aseguró que se garantizaba la atención, con “médicos suficientes, a los pacientes que acudan a los hospitales públicos, tras el paro por 72 horas” iniciado por el Colegio Médico Dominicano (CMD), no es verdad que las cosas se solucionen de este modo.
Aún cuando Rojas Gómez avale la existencia de “una buena logística a nivel nacional, a través de las direcciones regionales y provinciales, a fin de servir los servicios sanitarios que requiera la población”, todos y todas sabemos que a nadie beneficia lo que está sucediendo con los hombres y mujeres de batas blancas: ni a ellos mismos, ni a la dirección del país, y a la población mucho menos.
No puede ser conveniente que los médicos agrupados en el CMD se hayan encadenado el pasado lunes en los pasillos de la Secretaría de Estado de Trabajo y que fueran sacados a la fuerza por la Policía.
Las imágenes que se transmitieron resultaron más que reprobables y ahora, esta huelga por tres días, deja una cuota más de desaliento y la certeza de que sólo se están llevando los derroteros por una senda de auténtico desgaste, a la que nadie acaba de poner un final. Y como siempre, es la mayoría con menos recursos la más perjudicada.