El presidente Leonel Fernández retomó ante la Asamblea General de las Naciones Unidas el jueves pasado propuestas de hace más de una década que cobran ahora más vigencia y urgencia que nunca, cuando la economía mundial se aboca a una crisis peor que las anteriores.
Desde la segunda cumbre de la Asociación de Estados del Caribe (AEC) realizada en Santo Domingo en abril de 1999, el mandatario se refirió a la especulación que hacía de las operaciones de bolsa un casino.
En esa oportunidad, el presidente cubano Fidel Castro dijo que “la especulación crece a niveles tales que la compra y venta de moneda diariamente alcanza un millón de millones como cifra mínima, especulando con las monedas, especulando con las acciones, especulando con todo.”
El líder cubano señaló entonces que Leonel Fernández había mencionado en su discurso la palabra casino. “Sí es un gigantesco casino este mundo y un caos” y llamó a los gobiernos de la región a reunirse para trabajar juntos contra estos desafíos.
Al año siguiente, durante la Cumbre del Sur, reunida en abril de 2000 en La Habana, el mandatario de Cuba dijo que su país era partidario firme de gravar en uno por ciento las operaciones especulativas, lo cual hace 11 años habría alcanzado para financiar el desarrollo del Tercer Mundo.
Castro reiteró que “con los recursos técnicos y los conocimientos de que se dispone (incluso en ese entonces) es perfectamente posible”.
Meses más tarde Fidel Castro volvió sobre el tema en la Cumbre del Milenio, en New York. En esa ocasión señaló que “ mientras los países ricos invierten sumas fabulosas en gastos militares y lujos y una plaga voraz de especuladores intercambian monedas, acciones y otros valores reales o ficticios, por sumas que se elevan a millones de millones de dólares cada día.”
Leonel Fernández reverdeció la propuesta, obtuvo el respaldo de más de 70 países, muchos de ellos culpables pero temerosos de la tormenta que se avecina, más bien que ya desató ráfagas devastadoras sobre países europeos como Grecia y España y sobre los propios Estados Unidos, endeudado hasta los tuétanos y haciendo temblar al resto del mundo.
Ningún país, desarrollado o pobre, puede trazar una estrategia, siquiera para el año siguiente, con la volatilidad reinante en los mercados, donde el precio del petróleo y de los alimentos baja y sube como las olas del mar.
Los caribeños, por idiosincrasia, somos optimistas, pero poner freno a un negocio tan lucrativo como la especulación va a tomar mucha voluntad política, sistemas judiciales blindados y recursos que están en falta.




