La palabra, esa energía vital

¿Cuántas veces te has sorprendido hablando contigo? ¿Acaso el cerebro humano puede llegar a conclusiones sin análisis de causa y efecto, si se carece de elementos para tomar una decisión y  enfrentar  las consecuencias de tus actos?
 
A veces no faltan de elementos para una acción, incluso se toman decisiones por múltiples circunstancias, inseparables a los rasgos individuales de formación en cada persona. Se puede actuar por las creencias, que limitan la toma de decisiones. Así ocurre con una ropa comprada con ilusión, luego queda pequeña, pasa de moda o el cuerpo cambió de medidas y aunque ese vestuario sea nuevo, ya no te sirve.
 
Así se comportan también las creencias, apreciaciones y conceptos que  se van modificando de manera permanente. El cambio es el único requisito del siempre.
 
En la causalidad existen situaciones que influyen  individualmente en la actuación cotidiana. Durante un hecho de violencia, una mujer después de estar en un proceso jurídico contra el esposo agresor, decide otorgarle el  perdón.
 
Esta decisión está relacionada a múltiples razones,  por el miedo a la ruptura, por presión social y familiar, en caso de hija e hijo nacidos del matrimonio, por lamentos de la suegra o hermanos del detenido y  hasta por creencias religiosas, que la convocan a la tradición patriarcal de obediencia al esposo, o por la seguridad económica, donde considera implicado el papel de proveedor de quien está privado de su libertad.
 
Cada persona trae consigo la acumulación de las experiencias vividas. Para perder el miedo a equivocarse, valen por igual las experiencias exitosas y las negativas. Se requiere compartir situaciones de aprendizaje donde el don de la  palabra, desempeña un papel determinante en los cambios de opiniones, para las acciones presentes y  de futuro inmediato.
 
La terapeuta Nicacia Herrera Aguilar, Maestra en Psicología Gestalt de Salamanca en Guanajuato, señala, sobre los encuentros terapéuticos con quienes viven violencia, preferiblemente mujeres, niñas, niños, donde se usan palabras y experiencias para resignificar las acciones, darle un nuevo significado a los hechos, con el objetivo de traerlos al presente a fin de valorarlos con nuevos puntos de vista.
 
Se requiere hablar en primera  persona. Identificar la acción individual con yo quiero, yo soy capaz, yo aporto al cambio de esa violencia. Así se evita evadir responsabilidades, con el uso de vocablos sin precisión individual o generalizando para autoexcluirse.
 
Se sabe que la palabra es una forma de energía vital, lo que el corazón quiere la mente lo muestra. http://www.ecoportal.net/
 
Ante la pregunta de cómo cambia el cerebro con buenos conceptos Santiago Ramón Cajal  Premio Nobel de Medicina 1906, argumentó:
 
La Psiconeuroinmunología precisa que todo ser humano si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro. Según cómo nos hablamos moldeamos nuestras emociones que cambian nuestras percepciones. La transformación de quien observa altera el proceso observado. No vemos el mundo que es, vemos el mundo que somos.
 
Los aportes de las investigaciones científicas resignifican las realidades y las palabras son reconocidas en su propia trascendencia En la comunicación humana ellas solo se consideran con el 7%, mientras otros aspectos comunicativos verbales y corporales tienen más del noventa restante.
 
El asunto está relacionado con nuestra individualidad. ¿Sientes la vitalidad de tus palabras y de tus silencios? ¿Tienes confianza en tus decisiones para transformar la realidad? No existe respuesta absoluta, cada quien tiene su propia apreciación.
 
*Maestra en Ciencias de la Comunicación

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