Jordi Cruz: “yo no soy un sex symbol”

Es innegable que desde su debut en la pantalla chica, como parte del jurado del talent show Masterchef, Jordi Cruz ha enamorado a España y a buena parte del mundo. Pero el joven cocinero, que ostenta dos estrellas Michelin, ya había demostrado hace 20 años que estaba listo para dar el gran salto a las altas esferas de la gastronomía.
 
Antaño niño prodigio de los fogones, ahora multipremiado y chef televisivo, sigue atrayendo por una cocina con un altísimo nivel de calidad, su  precisa e impecable ejecución técnica, y por una vertiente creativa que no se divorcia de la tradición, a la que respeta y venera.
 
La profesionalidad de “Jordi” -a secas, pues prefiere ser tratado sin formalidades- no enmascara un carácter afable, enérgico, siempre alerta. Denota gran capacidad de liderazgo, un apego por  las cosas bien hechas y los protocolos, todo ello aderezado con notas de carisma y simpatía.
 
Durante su reciente visita a La Habana, como parte de la iniciativa Iberostarchef on Tour, confesó a Excelencias Gourmet que se encuentra en uno de los mejores momentos de su carrera y recordó el instante en que encontró su camino, siendo apenas un “chiquilín”.
 
“Supongo que me di cuenta que me gustaba mucho la cocina, que se me daba bien y que lo demás se me daba mal. Y que en la vida se trata de apostar por algo, por elegir el camino y dedicarle toda tu atención. Yo tenía 7 años y mi madre se puso enferma. Le cociné unas judías con patatas, reproduje el plato con mi abuela, y me dijo: ‘tú serás cocinero’.
 
Pensé: ‘pues vale’”. Y no se equivocaba Jordi. A los 14 años empezó en el restaurante Estany Clar en Cercs, Barcelona, donde varios años después recibió su primera estrella Michelin. Fue el chef más joven de España en recibir semejante reconocimiento, con apenas 26 años.
 
En 2008 abrió su primer restaurante, L’Angle. La segunda estrella no se hizo esperar.  Y en 2010 pasó a formar parte del equipo directivo de ABaC Restaurant & Hotel, al que convirtió en punta de lanza del panorama gastronómico catalán.
 
“Hasta que gané la primera, no sabía lo que era una estrella Michelin. Me lo explicaron cuando  ya la tenía. Ahí llegué al cielo de los cocineros, cubrí mis expectativas. Mi meta no era el aplauso ni ser conocido, sino un buen cocinero, nada más.
 
Ser completo, muy profesional, que mi familia estuviese orgullosa de mi trabajo y sobre todo que yo estuviese orgulloso de mi trabajo. La primera me saturó. A partir de ahí las demás son regalos, que no tienes que esperarlos.
 
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