Todo lo que nos ocurre cada día es una sutil combinación entre la casualidad y la intención. No obstante, mucha gente sigue creyendo en los hilos de la predestinación, y en ese destino que todo lo tiene previsto de antemano.
No es del todo cierto. Aún más, tampoco podemos entender nuestra vida según la vertiente más radical de la ley de la atracción, ahí donde basta con desear algo con intensidad para que el propio universo nos lo otorgue.
Todos nosotros somos el claro resultado de nuestra propia intencionalidad, combinada con los caprichos de la casualidad. Ahora bien, hay un aspecto que debemos tener claro: debemos ser receptivos.




