La pasión que provoca el poder político, el cual estructura y legitima el régimen político, se expresa en la diversidad de análisis filosóficos, teóricos y prácticos que ha generado en el curso de la historia.
No obstante, la pregunta clave sobre el poder es la siguiente: ¿qué es el régimen político? La respuesta la ofrece Lucio Levi, en el Diccionario de Política, de Bobbio, Matteucci y Pasquino, quien lo define como “el conjunto de las instituciones que regulan la lucha por el poder y el ejercicio del poder y de los valores que animan la vida de tales instituciones”.
Para entrar al mundo del régimen político y comprenderlo se debe pasar de manera obligada por sus dos más grandes puertas: Aristóteles y Montesquieu. Estos dos grandes pensadores establecieron las visiones estructuradas y tipológicas del gobierno.
También es imprescindible detenerse en la puerta del materialismo histórico de Marx y su noción sobre la razón de Estado, en la que aporta miradas críticas y utilitarias, que contrastan con los ideales normativos clásicos.
En su obra Política, Aristóteles, quien fue uno de los primeros en clasificar los regímenes políticos, en su tipología distinguía entre gobiernos justos e injustos. Los justos eran la monarquía, la aristocracia y la república (o politeia), en los que se gobierna en beneficio del conjunto, mientras que los injustos eran la tiranía, la oligarquía y la democracia degenerada, caracterizados por el interés de unos pocos o de la mayoría sin justicia.
Por tal razón, para Aristóteles, la virtud y el bien común eran esenciales para el buen gobierno, y el régimen debía adecuarse a las condiciones sociales de las polis para ser estable y legítimo.
Más tarde, el gran filósofo y jurista frsnces, Charles Louis de Secondat Montesquieu, retomó el régimen político desde una perspectiva moderna, la cual plasmó en su trascendental obra En El espíritu de las leyes, en la que propuso una tipología diferente fundada en la motivación interna del gobierno, integrada como sigue: la república (fundada en la virtud), la monarquía (en el honor) y el despotismo (en el temor).
Sin embargo, su principal aporte fue la teoría de la separación de poderes, conformada por el ejecutivo, el legislativo y el judicial, como garantía para evitar la concentración y el abuso del poder. Esta ha sido una idea fundamental para los sistemas democráticos contemporáneos y su concepción del Estado de derecho.
En contraposición a estos enfoques normativos, el materialismo histórico de Karl Marx y Friedrich Engels analizó el régimen político como una superestructura derivada de las relaciones económicas. Según esta visión, las formas de gobierno no se explican por ideales o valores, sino por las condiciones materiales y las luchas de clases. Para Marx, el Estado no es un árbitro neutral, sino una herramienta de dominación de la clase dominante.
Cuando se habla de régimen político no se debe pasar por alto la razón de Estado, una noción pragmática que, desde Maquiavelo y más tarde con autores como Botero y Richelieu, como recuerda Sergio Pistone, la seguridad del Estado es una exigencia de tal importancia que los regidores de los estados se ven constreñidos, para garantizarla, a violar las normas jurídicas, morales, políticas, económicas, que consideran imperativas cuando tales exigencias no están en peligro.