“Recibe sin orgullo y deja ir sin apego” —Marco Aurelio—
En tiempos de incertidumbre social, tensión política y degradación de los valores colectivos, El poder del ahora, de Eckhart Tolle, emerge como una obra de referencia no solo para el crecimiento personal, sino para el reencuentro institucional y espiritual de los pueblos.
Aunque su contenido parte de una reflexión individual sobre el ego, la conciencia y el momento presente, sus principios pueden ser extrapolados con fuerza transformadora al contexto dominicano, especialmente en lo que atañe al liderazgo, la justicia y el ejercicio del poder con consciencia.
El eje central de la obra es la importancia de vivir en el momento presente como única realidad. Para Tolle, los seres humanos vivimos atrapados entre la culpa del pasado y la ansiedad por el futuro, y eso nos impide actuar con claridad.
Esta misma lógica puede aplicarse al liderazgo dominicano, donde muchas decisiones se toman bajo el peso de agendas ocultas, resentimientos históricos o el temor constante al juicio público.
La consecuencia es una dirigencia en gran parte distraída, incapaz de escuchar el presente social, de sentir el pulso real de la gente y de construir una visión nacional que parta de lo que está ocurriendo ahora, no de lo que ya ocurrió o de lo que podría suceder.
Uno de los aportes más poderosos del libro es su propuesta de silenciar el ego como mecanismo de liberación.
Tolle plantea que el ego busca reconocimiento, control y poder. Esta idea resuena profundamente en nuestra sociedad, donde muchas veces el “hacer” está subordinado al “parecer”, y las decisiones no responden al bien común sino al engrandecimiento personal.
Aplicar esta enseñanza significaría rediseñar el perfil del servidor público, promoviendo una cultura institucional donde el poder no sea un fin, sino una responsabilidad sagrada que debe ejercerse con humildad, atención plena y presencia ética.
Tolle insiste en que el dolor emocional colectivo, al igual que el personal, se acumula cuando no se le presta atención consciente. La República Dominicana ha heredado múltiples heridas sociales: desigualdad, impunidad, discriminación, violencia institucional y exclusión.
Gran parte de esas heridas siguen latentes porque el país, como un individuo herido, ha evitado enfrentar el presente con coraje. La evasión nacional se manifiesta en formas de escapismo: entretenimiento banal, consumo sin reflexión, polarización política, etc.
Solo una ciudadanía despierta —como propone Tolle— puede comenzar a sanar al enfrentar con presencia activa los desafíos estructurales.
En el plano de la juventud y la educación, El poder del ahora invita a cultivar la conciencia en lugar de repetir patrones mentales obsoletos. Nuestro sistema educativo, aún atrapado en modelos verticales, rara vez fomenta la observación del presente, el pensamiento crítico o el autoconocimiento.
Formamos profesionales y técnicos, pero no seres conscientes. Si los futuros líderes aprendieran desde jóvenes a vivir en el ahora, a no reaccionar desde el miedo ni desde el deseo de aprobación, tendríamos una República Dominicana menos manipulable, más justa y profundamente humana.
Finalmente, Tolle advierte que el verdadero cambio comienza con uno mismo. El país que anhelamos no será creado por decretos ni reformas de papel, sino por individuos —servidores públicos, ciudadanos, maestros, jueces— que actúen desde un estado de presencia, con autenticidad, sin máscaras ni estridencias.
Vivir en el ahora no es huir del compromiso, sino asumirlo con claridad y propósito. Y ese es, quizás, el mayor desafío y la mayor esperanza para la República Dominicana de hoy.