Por Olivo A. Rodríguez Huertas
Embajador de la República Dominicana ante el Reino de España
A las pocas semanas de haber llegado a España, en el verano de 2017, para asumir las funciones de embajador de la República Dominicana ante el Reino de España, contacté telefónicamente a don Fernando Alvarez Bogaert, quien, en 1976, se convirtió en el primer embajador dominicano en presentar credenciales a Su Majestad, don Juan Carlos I.
El propósito de la llamada fue la de satisfacer una curiosidad respecto al origen de un mausoleo en honor a la Virgen de La Altagracia en una iglesia del barrio Salamanca de Madrid. En concreto, si lo había auspiciado durante su gestión, a lo que me respondió de manera negativa.
La conversación se extendió durante casi una hora, compartiendo conmigo vivencias interesantes sobre la transición política que entonces se vivía en España; sobre el primer viaje a América de los Reyes, don Juan Carlos y Doña Sofía, que tuvo como parada inicial a nuestra ciudad primada de América, los días 31 de mayo y 1 de junio de 1976, y en especial, sobre el interés del Rey de conocer la experiencia, en materia de transición de una dictadura a una democracia, del presidente dominicano Joaquín Balaguer.
Me refirió don Fernando, además, que durante la conversación en Santo Domingo entre el monarca español y el presidente dominicano salió a relucir el tema del relevo político en España, donde se mencionaban como posibles sucesores en la jefatura de gobierno a José María de Areilza, que acompañaba al Rey en el viaje a Santo Domingo, en su condición de ministro de Exteriores de España, así como a Manuel Fraga Iribarne, que había desempeñado importantes funciones durante parte del régimen del general Franco. El consejo del presidente Balaguer a su ilustre visitante, fue el de que en la medida de lo posible se tratara de una persona que no fuera tan emblemática de la dictadura franquista.
Un poco más de dos años después de esa amena conversación telefónica, durante una visita en la ciudad de Valencia a una librería especializada en libros descatalogados, tras asistir al develamiento de un busto del padre fundador de nuestra nacionalidad, Juan Pablo Duarte, adquirí, entre otros títulos relativos a episodios de la transición política española, el libro Diario de un Ministro de la Monarquía, de la autoría de José María de Areilza.
En el tren, de regreso a Madrid, al recordar la conversación con don Fernando, lo primero que hice fue buscar en el libro lo relativo a los días de la visita oficial de los Reyes a nuestro País. Efectivamente, en varias páginas, don José María de Areilza relata sus vivencias en Santo Domingo.
Lo que en esa obra escribe el entonces ministro español, coincide, parcialmente, con lo que me había relatado nuestro entonces embajador en España, respecto del interés del Rey por conocer la experiencia del presidente dominicano, quien formó parte de la dictadura trujillista, llegando incluso a ser “formalmente” el Presidente de la Republica en el momento del ajusticiamiento del dictador en 1961, y luego, desde 1966, encabezaba un régimen “formalmente” democrático.
En la página 188 del Diario de un Ministro de la Monarquía, Areilza, reseña que el día 1 de junio, luego de la imposición de la Orden de Isabel La Católica al presidente Balaguer, en la sede de la Embajada española, aprovechó el momento “para hablar con el presidente a solas”. A seguidas escribe lo siguiente: “Le pregunto como ha podido digerir el trujillismo y emprender parcialmente el camino democrático. Me habla de la división del Ejercito. Del poderío colonialista de los norteamericanos, presentes en la economía de un modo decisivo. De Fidel y de su política. Del grado impresionante de la expansión demográfica -negra en su mayoría- y del ritmo lento del desarrollo económico. Del peligro comunista en el Caribe”.
El relato del entonces Ministro de Exteriores continúa, y esta vez, trata sobre la reforma política pendiente en España: “Me da consejos sobre el ritmo de la reforma. Derecho de reunión, si. Pero sólo “bajo techado” en época electoral. “Legalicen los partidos. Los controlarán mejor”. “Autoricen varios sindicatos; de lo contrario, los comunistas controlarán el aparato sindical unitario”. “Dejen opinar a todos los lideres de la oposición. Aquí esta Juan Bosch, que habla por radio y televisión todas las semanas y tiene un periódico. Nadie se mete con él y no pasa nada…”.
El diario correspondiente a ese 1 de junio de 1976, concluye con un relato de su respuesta a una pregunta que, en el avión, de camino a Washington D.C., el Rey le formuló sobre su largo dialogo con Balaguer: “Le he preguntado como se las arregló para llegar a presidente “democrático” después de haber sido durante tantos años el hombre de confianza de Trujillo. Me lo ha
explicado casi todo”.
Sin dudar de la fidelidad de lo escrito por el entonces ministro de exteriores de España, resulta extraño que el Rey delegara una conversación con esa trascendencia en su Ministro de Exteriores, sobre todo, si tomamos en consideración lo ya comentado, del interés del monarca español en abordar con el veterano estadista dominicano, el tema de la transición política de una dictadura a una democracia.
Pero el asunto podría tener otra lectura, y es la de que el Rey, en algún momento de su visita a Santo Domingo conversó el tema con el presidente Balaguer, y también es probable que el estadista
dominicano, sin ninguna mala intención, en la conversación con Areilza en la sede de la embajada
de España en Santo Domingo, le haya comentado, como un aspecto importante de la reforma política en curso en España, que la sucesión en la jefatura de gobierno, no recayera en una persona de primer nivel del régimen franquista.
Tal vez esto último explique -aunque confieso que estoy en un terreno especulativo – las referencias poco amistosas que figuran en Diario de un Ministro de la Monarquía sobre el presidente Joaquín Balaguer, a quien su autor se refiere como “menudo, moreno, nervioso, con aire cansado y voz apagada”; “desde el podio lanza una arenga vibrante, demagógica y retorica con vozarrón de orador mitinesco”; “Balaguer es un político oportunista y fino”; y finalmente, al entrecomillar, en su conversación con el Rey, su condición de “presidente “democrático””.
Madrid, España
8 de abril de 2020