Dos nuevos estudios ofrecen información sobre las dificultades médicas a las que se enfrentan los inmigrantes indocumentados en Estados Unidos.
Uno encuentra que algunos programas de hospicio con frecuencia se niegan a aceptar a esos inmigrantes en los últimos días de sus vidas. El otro revela las dificultades a las que se enfrentan los que sufren de insuficiencia renal que no pueden obtener una diálisis regular, señalaron los autores del estudio.
La diálisis elimina las toxinas del cuerpo cuando los riñones no funcionan de forma adecuada.
Las leyes que limitan la diálisis para los inmigrantes que están en el país de forma ilegal «tienen un impacto profundo», advirtió la Dra. Lilia Cervantes, una investigadora de Colorado que entrevistó a 20 pacientes de insuficiencia renal sobre sus experiencias. «Sufren inmensamente», lamentó.
El problema son las limitaciones de la atención de la salud con fondos públicos para los inmigrantes indocumentados pobres para la diálisis y la atención de hospicio de rutina.
Los programas de Medicaid de algunos estados, como California y Nueva York, cubren la diálisis, que por lo general se necesita tres veces por semana durante cuatro horas, para los inmigrantes indocumentados con enfermedad renal en etapa final, dijo Cervantes. Se estima que en Estados Unidos hay 6,480 de esos inmigrantes con la afección, según su equipo de investigación.
Pero la mayoría de los demás estados no cubren la diálisis de rutina, lo que significa que esos pacientes deben ir a un hospital para recibir diálisis de emergencia cuando se encuentran mal, comentó Cervantes.
En el estudio, Cervantes y sus colaboradores entrevistaron a 20 inmigrantes indocumentados que solo pueden someterse a diálisis una vez por semana, a través de una sala de emergencias, cuando están críticamente enfermos.
En algunos casos, los pacientes de emergencias reciben la diálisis el lunes, «cuando les falta el aire y sienten que se están ahogando», dijo Cervantes. Salen al día siguiente y se sienten bastante bien por un par de días, dijo, pero ya el viernes «se sienten realmente enfermos una vez más, con náuseas y falta de aire».
El sábado, ya están en la cama, y el domingo «están a punto de morir, pero no van al hospital porque creen que no están suficientemente enfermos y no los tratarán tras una espera de cinco horas. En lugar de ello, vienen el lunes, cuando apenas pueden moverse», contó.
Una paciente dijo que «me ha pasado dos veces, no podía respirar… Vieron que vomitaba sangre y entonces me llevaron a la unidad de cuidados intensivos, y después de eso no tuve conciencia de nada durante dos días… En otra ocasión, ignoré mis síntomas demasiado tiempo, y cuando llegué no podía respirar».
El paciente añadió que «me iban a llevar a diálisis pero después de un tiempo no tenía pulso… me hablaban para mantenerme despierto, porque no podían encontrar mi pulso».
