Luces y sombras en la lucha contra la malaria

«Hemos hecho grandes progresos, pero nuestro trabajo sigue incompleto». Con esta frase resume Margaret Chan, la directora general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), las conclusiones del último informe mundial sobre la malaria, un documento que, anualmente, repasa el estado de la lucha global contra el paludismo y que acaba de hacerse público.
 
Los datos disponibles, señala Chan en el prefacio del documento, muestran «una serie de tendencias positivas», principalmente en el África subsahariana, la región del planeta más golpeada por la enfermedad. En esta zona, donde se dan el 90% de los casos y el 92% de las muertes ocasionadas por la malaria, ha mejorado el acceso a las intervenciones que pretenden ‘adelantarse’ al paludismo, como los test de diagnóstico rápido o los tratamientos preventivos durante el embarazo.
 
En 2015, el 51% de los niños que acudió con fiebre a un centro sanitario en 22 países africanos afectados por el paludismo se sometió a una prueba que permite detectar la enfermedad y, por tanto, iniciar de forma precoz el tratamiento. En 2010, el porcentaje de acceso era mucho menor, del 29%.
 
Del mismo modo, también ha mejorado la administración del tratamiento preventivo intermitente durante el embarazo (TPIe). La OMS recomienda al menos tres dosis de esta terapia con sulfadoxina/pirimetamina a todas las mujeres embarazadas que vivan en zonas de alta o moderada transmisión del parásito que origina la enfermedad ya que el paludismo durante la gestación puede causar mortalidad materna, anemia y bajo peso al nacer en el recién nacido, entre otras complicaciones. La tasa de administración de la terapia se multiplicó por cinco en 20 países africanos desde 2010 (pasó del 6% al 31%).
 
Además, el documento muestra un mejor acceso a las mosquiteros con insecticida. Según sus datos, más del 53% de la población de riesgo en el África subsahariana dispone de esta protección para dormir, frente al 30% que lo hacía en 2010. Esta barrera se ha demostrado como el mejor arma contra la malaria de la que se dispone hasta la fecha ya que, desde su introducción en el año 2000, las mosquiteras han hecho posible una reducción de casi el 50% en el número de muertes.
 
Sin embargo, y pese a estos progresos, los datos de incidencia y mortalidad siguen siendo demoledores. En 2015, la enfermedad alcanzó a 212 millones de personas y produjo 429.000 muertes.

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