Envejecientes que no tuvieron la oportunidad de estudiar y que quizás hasta habían perdido la esperanza de aprender a leer y escribir, hoy ven su sueño hecho realidad con el Programa Quisqueya Aprende Contigo, con el cual miles de analfabetos han logrado obtener una nueva visión de la vida y demostrar que no hay edad para educarse.
En busca de testimonios sobre cómo les ha cambiado la vida a estas personas adultas mayores, tras ser alfabetizadas, un equipo de DominicanosHoy se dirigió a la comunidad de San Felipe de Villa Mella, donde funciona un pequeño local del Ministerio de Educación y constató que los relatos son conmovedores e impresionantes.
“Siento como si me hubiera quitado la venda que llevaba en mis ojos durante 70 años y aunque no soy ciega físicamente, no podía ver lo que ahora veo; haber aprendido a leer y escribir en el Programa Quisqueya Aprende Contigo me ha mostrado la luz del conocimiento”. Con estas palabras se expresó Tomasina Nolasco, una de las alumnas.
Nolasco, quien procreó tres hijos, narró que en su niñez no pudo estudiar porque su padre abandonó a su madre y tuvo que trabajar en casas de familias para ayudar a mantener a sus hermanos; pero siempre tenía el dolor de no haber ido a la escuela.
La entusiasta anciana, definida por sus compañeras como el alma del grupo por sus ocurrencias y jocosidades, recordó que en la ocasión que más le afectó emocionalmente ser analfabeta fue cuando entró a trabajar en un hospital, en lo único que sabía hacer, limpiar. Más tarde ingresó otra señora como conserje; pero, al poco tiempo fue trasladada al área de archivo porque sabía leer. «Y yo me decía: vez Tomasina, eso te pasa por no saber de letra, pudiste ser tú la que estuviera sentadita buscando record”.
Ahora que ya sabe leer, Tomasina Nolasco no piensa quedarse ahí, sino que tan pronto termine el ciclo, ingresará al Programa de Educación para Jóvenes y Adultos (Prepara) y su deseo es continuar hasta llegar a la universidad.
“Me gustaría ser abogada para castigar a todos los padres que abandonan a sus hijos y defender a esas niñas que salen embarazadas y luego el novio no quiere hacerse responsable”, manifestó Nolasco, quien según sus tutoras, tras aprender a leer se ha vuelto más exigente porque conoce sus derechos como ciudadana y ser humano.
Otras vivencias…
La historia de Ana Josefina Valerio, de 62 años de edad, y madre de cinco hijos, es similar, pues al ser la primogénita se convirtió en la niñera de once hermanos. “Mi madre vivía parida y preñada, entonces mi padre decidió que debía quedarme en la casa ayudando en la crianza de los demás.
“Yo siempre supe que tenía derecho a estudiar como lo hacían las niñas y niños de mi generación; sin embargo, me lo prohibieron, luego me casé y procuré que mis hijos fueran a la escuela. Pensaba que después que ellos crecieran, llegaría mi oportunidad y aquí estoy”, comenta Valerio.
Al igual que Tomasina Nolasco, Ana Valerio quiere continuar sus estudios en Prepara y manifiesta con una gran sonrisa que le hubiese gustado ser doctora para ayudar a tantas personas enfermas.
Con un tono de picardía y gracia, la más joven del grupo, Thanie Ayeres, de 38 años, quien tiene un puesto de ventas de empanadas, dijo que se siente feliz de ser alfabetizada, pues ahora que sabe escribir tiene una lista de las personas que le deben, por lo que en lo adelante nadie la engañará.
“Por fin me liberé de esas tres equis que siempre escribía a la hora de firmar cualquier documento. Me siento orgullosa cuando tengo que poner mi nombre, porque ya sé cómo hacerlo”, expone Ayeres.
Las estudiantes de la tercera edad exhortaron a los jóvenes a aprovechar su tiempo y todas las herramientas que tienen a su disposición y a imitar el ánimo y la fuerza de voluntad que las empuja a ellas a instruirse sin importar la edad.
En ese sentido, Aurora Ferrer Nolasco, una de las encargadas de alfabetizar a las alumnas, comentó que en la promoción pasada, a los graduados se les administró una prueba de evaluación académica en Prepara y la calidad de la enseñanza fue tal, que inmediatamente fueron promovidos a quinto grado.
Actualmente, las voluntarias Greny Olivel y Aurora Ferrer alfabetizan a unas 15 mujeres, entre 38 y 70 años, en un pequeño local, ubicado en la calle Sánchez, de San Felipe de Villa Mella.




