La ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Sochi fue una gran fiesta, no solo por del deporte, sino por las bellas artes, en la que los espectadores parecieron asistir a un espectáculo teatral más que deportivo.
Al margen del caviar y el vodka, el mundo vincula a los rusos con el ballet, la ópera, los grandes compositores y las vanguardias de principios de siglo XX, por lo que los organizadores apostaron por rendirse al clasicismo.
En vez de un esquiador o una patinadora, la estrella fue una niña vestida de blanco, de nombre Luba, la «prima donna» del teatro Bolshói, Svetlana Zajárova, y la famosísima soprano Anna Netrebko.
«El Lago de los Cisnes» de Chaikovski y la «Danza del Sable» de Jachuturián hicieron olvidar las canciones de los Beattles y el rock de Rolling Stones de la inauguración de los Juegos de Londres en 2012.
Por si había alguna duda que Sochi está en Rusia, acróbatas y artistas de circo, arte que en este país es venerado como oro en paño, mostraron al público grandes globos con cúpulas en forma de cebolla, signo de identidad de este país.
Mientras, el líder ruso, Vladímir Putin, asistía al espectáculo acompañado de numerosos mandatarios, pero a su izquierda había una mujer, Irina Skvortsova, lo que despertó al principio toda clase de suposiciones.
No obstante, Skvortsova es una joven deportista rusa que sufrió en 2009 una gravísima lesión durante un entrenamiento de bobsleigh que le tuvo en coma durante varios meses, tragedia que tuvo en vilo a los rusos.
También hubo tiempo para rendir tributo a las vanguardias soviéticas y al realismo socialista con carteles, eslóganes comunistas, la famosa escultura «El obrero y la koljosiana» y, como no, la hoz y el martillo de la bandera soviética.




