El problema no se soluciona discutiendo, ni dilapidando el tiempo y las acciones en buscar a los que denuncian que nuestros niños, niñas y adolescentes son utilizados como mulas en el tráfico ilícito de drogas y, encima, que se convierten en consumidores.
En realidad, sólo hay que salir a las calles para ver el abandono de tantos menores que deambulan en búsqueda de caminos inciertos, aprovechadas dichas circunstancias por individuos inescrupulosos que les convierten en portadores de sustancias prohibidas y les explotan de las maneras más inimaginable y abominables.
La presidenta del Consejo Nacional de Drogas (CND), Mabel Féliz, cuestionó las declaraciones del presidente de Hogares Crea, Leopoldo Díaz, acerca del papel que los niños y niñas juegan en el narcotráfico que tiene lugar en el país.
La verdad es que trafican y venden, utilizados claro está por adultos que debían ser doblemente castigados: primero, por violar las leyes de la Constitución de la República y segundo, por extinguir y quitar de la niñez esa etapa trascendental y única de nuestras existencias, donde debe abundar la inocencia.
No puede perdonarse a quien emplee y explote a los menores. Ni tampoco es plausible que la funcionaria del organismo de prevención del uso de estupefacientes llame a comprobar estas realidades, que están a la vista de todos.
Ni siquiera se trata de hacer encuestas entre la población. Lo que hay que hacer es multiplicar las aulas, mejorar las que funcionan con tantas deficiencias, incorporar tareas de recreación y deportivas para esos niños, niñas y adolescentes, ocuparles el tiempo libre; multiplicar el apoyo a las familias con políticas educativas que, a su vez, redundarían en la labor que desarrolla el CND.
Hay que olvidar divergencias entre las instituciones y ocuparse del meollo de las cosas, porque las realidades del narcotráfico y sus modalidades extremas arropan al país y ofrecen un escéptico velo en el acontecer nacional y en la proyección de un futuro muy incierto.