Puerto Príncipe.- El gobierno haitiano y las organizaciones de ayuda han disputado durante cinco semanas en torno a un plan para alojar a los sobrevivientes del terremoto, pero el pueblo no se ha sentado a esperar.
Largas hileras de carpas improvisadas se alzan en terrenos alrededor de la devastada capital, y los haitianos empiezan a reforzar sus precarios refugios. Los campamentos se han convertido en barrios misérrimos _con panaderías y hasta puestos de venta de lotería_ que dan toda la impresión de arraigarse.
Mientras los campamentos van creciendo, las autoridades debaten qué hacer con las 1.200.000 personas que quedaron sin techo por el desastre, y el gobierno podría estar a punto de anunciar un plan.
La demora ha complicado la tarea, como se aprecia en lo que fue una pista de aterrizaje convertida ahora en la "avenida" Ruta de la Pista, donde se alza una serie de chozas improvisadas.
Una tras otra vivienda precaria de estaño corrugado y tablas de madera desafían el viento mientras se ve a grupos de hombres que se movilizan con serruchos y martillos. Los niños esperan al heladero en las esquinas, cerca de donde un vendedor de billetes de lotería, llamado Max, ha instalado su pequeño puesto. De una choza que tiene escrita la inscripción "Boulangerie Pep La" (la panadería del pueblo), se filtra el aroma de bocadillos de masa, y dos rosquillas cuestan 5 gourdes, unos 12 centavos de dólar.
Estos barrios improvisados están modificando el plano de la capital, llenando los terrenos abiertos con nuevas versiones de vida y muerte, con la inevitable cuota de delitos y abusos que siempre caracterizaron la vida en los tugurios, agravada por enfermedades, hambruna y miseria causada por el desastre del 12 de enero, que dejó más de 200.000 muertos.
Esto significa que el pueblo planea afincarse en dos sitios muy peligrosos: al pie de las colinas que saben pueden desplomarse con lluvias intensas, o cerca de lechos de ríos que suelen inundarse. Están apiñados en zonas contaminadas e insalubres donde las enfermedades empiezan a propagarse.
"El gobierno ha dicho durante semanas que ha identificado sitios, pero cada vez queda menos tiempo y ha habido pocos progresos", dijo Ian Bray, un vocero de la organización Oxfam.
Ese es un problema. El otro es que la gente sencillamente no quiere alejarse de los sitios donde siempre vivieron y trabajaron. Con la escasez de viviendas, la continuación de los remezones y el 38% de los edificios de Puerto Príncipe destruidos por el sismo de magnitud 7, según la ONU, sus opciones son limitadas.
"La gente ha sido desplazada y ha perdido sus viviendas pero no sus empleos", dijo Alex Wynter, de la Federación Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja. "La clave es la tierra".