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Comencemos a escuchar a la Diáspora, por qué estoy seguro que la Nación que sueñan, aún existe.

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Esta semana me senté con Enrique Sarubbi, un comunicador, emprendedor y auto denominado servidor público, que goza de aprender a diario, una nueva lección que pueda compartir mañana con otros.
 
El multifacético capitaleño de la Belén esquina Calle el Número en Ciudad Nueva, nos cuenta con emotividad sobre su procedencia. Su abuelo, un soldado de Mussolini, oriundo de Santa Doménica Talao, al sur de Nápoles en Italia, que a pesar de haber luchado por los non-aliados en la Segunda de las Guerras Mundiales, vio en sus nietos un orgullo superior a las medallas y bombones, que el fascista pudo haberle otorgado.
 
Si se quiere, Enrique es producto del amor que siente el dominicano por el café. Su abuelo llega a la isla, por vía de Panamá, desde donde había iniciado la distribución de aquellas grecas italianas que terminaron por substituir las medias con las cuales «colábamos” café.
 
Así como su abuelo estuvo cerca y pendiente siempre, dice no tener recuerdos vivos ni significativos de su Papá. Solo sabe que partió antes de tener mucho uso de razón. Y es ahí que llegamos al centro de su universo, su Mamá.
 
Siendo yo, hijo de madre soltera, me identifico y presto atención. Me cuenta, “Mami trabajaba mucho y no me dejaba salir a la calle. No es hasta que nos mudamos a Gazcue, que ella me deja salir. Para esa época, sus esfuerzos le habían dado la libertad de tener más tiempo libre para estar con nosotros. Mami asumió todo. Hizo lo necesario para que nunca nos faltara nada. Fue Modista, decoró Bodas, Agrimensora Técnica, hasta lograr representar la firma de máquinas de coser, Singer. Y es ahí que sus amanecidas fueron pagadas con creces.” Nos agrega Sarubbi, “ahí pasamos a mejores escuelas y mejores posibilidades. Mami, con su esfuerzo, nos había catapultado a la clase media alta”.
 
Enrique nos recuerda en cada frase que emite, como el esfuerzo de su madre y el apoyo de su tío, José Ramón Grau, fueron fundamental para su estabilidad emocional y emprendimiento como niño y joven. Incluso como adulto, cuando decidió casarse. Acto que lamentablemente terminaría en divorcio y el propulsor de su partida hacia América.
 
Llega a Nueva York pero no se adapta. Y en busca de otro horizonte, ve en California su nuevo hogar. Ahí materializa oportunidades que nunca pensó. Trabajando para unos orientales, logra implementar unas adaptaciones logísticas, que lleva a la compañía a una eficiencia sorprendente. Con ello alcanza posicionarse y establecerse y llega a vivir seis años en aquel Estado, antes de encontrarse con la realidad de que con urgencia debe partir a su tierra.
 
Su niño se enferma repentinamente y su estado físico se ve afectado. Entre propuestas encontradas, la joven pareja separada, decide sobre una intervención quirúrgica inmediata. La criatura es salvada y con ello, el reencuentro de un matrimonio que a lo mejor fue desechado antes de darle una oportunidad adulta. El compromiso se renueva.
 
Hoy día Enrique, su esposa y ahora tres hijos, tienen 23 años viviendo en el Sur de la Florida, gracias a la asesoría gentil de un oficial de Migración.
 
De tal palo tal astilla. Como su madre, él ha sido un luchador. Es mercadologo por educación y lo complementa con certificados y diplomados diversos. Le gusta aprender.
 
Laborando ha sido igual de versátil. Durante más de una docena de años fue exportador y desde hace una decena, se desempeña en el Consulado Dominicano, con un cargo que no define lo que hace, pues quienes lo conocen, dicen que él hace más. En su tiempo libre, el inquieto muchacho de Ciudad Nueva que no lo dejaban salir, dirige la Casa Cultural Dominico Americana y el programa RD-Miami, transmitido semanalmente por 3 canales de TV.
 
Nos cuenta que a pesar de no tener planes de regresar al país, quisiera poder ver las costumbres y los valores, regresar a ella. “Necesito verlo”, nos exclama. Le agrega, dándose en el pecho, “¡Mi país, lo tengo aquí!” y tal como lo vi cuando se expresaba sobre su abuelo, su madre y su tío, veo que se le aguan los ojos. Nota que lo noto y me dice, “soy muy emotivo”.
 
Quienes lo conocen, acuerdan tres cosas de Sarubbi. Que es especialista en lograr aquellas cosas que otros dejan a un lado, por no querer lidiar con ellas. Agregan que además es un gran creedor en milagros y finalmente, que es amante de su Patria. Apenas conociéndolo, yo me anexo a ellos.
 
Terminando nuestra conversación, le aseguré que la nación que el sueña, aún existe.
#escuchando_la_diaspora_rd

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