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Meditabundo: Conformidad

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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La conformidad es creadora de paz. La vejez me despertó a la verdad. Ocurre que no estamos satisfechos con nuestra naturaleza. Reflexionando en el silencio de la paz veo que no necesito nada y me siento feliz. El éxtasis continúa llamando la atención y excitando curiosidad. Se me presenta mi bisabuela Altagracia, sonriente como en las noches del año 1937 después de brindarnos el dulce de batata, se deja escuchar: hijitos mírenme y tranquilos: esta es la historieta de que todo estaba triste en el huerto de mi papá.
 
Se le preguntó al maíz por qué estaba triste y respondió. Es que no soy tan alto como el aguacate. El aguacate estaba descontento porque no producía apetitosas cerezas como el cerezo. El cerezo estaba desilusionado porque no era erecta como el molondrón. El molondrón estaba apenado porque sus molondrones no eran tantos como el tomate. El tomate estaba enojado porque no era grande como el guineo. En fin, era un huerto de tristeza.
 
Solo había una sencilla guayaba que resplandecía de alegría y era feliz. Cuándo se le preguntó cuál era el secreto de su felicidad, respondió. Porque estoy conforme como soy. Este es el gran secreto de toda felicidad. Vivir como somos y lo que tenemos.
Veámonos en el espejo de la realidad. Muchos están disconformes con su misma forma de ser. Muy pequeños, sin atractivo, delgado, obeso, no saber bailar, no tener un automóvil. Etc…
 
Algunos tienen de todo, pero no están satisfechos, ansían más, y la paz se pierde en la avaricia, son víctimas de la ley del apego a lo innecesario. Nadie comprende que ya no necesita más, y se convierte en un ser sin reposo. No confía en nadie, prisionero de mucho tener, de nada se asusta, es escurridizo. Si aprendemos a estar contento con lo que somos y tenemos; vivimos en el sumo bien.
 
Detenerse; preguntarse. ¿Qué más necesito? Respuesta. NADA. Este el gran secreto que está en uno mismo.
 
Excusen. Soy feliz, me encontré conmigo mismo. Nada me falta, nada tengo, todo me sobra. No conozco la pobreza, porque no deseo más de lo que tengo. Me pregunto ¿Qué importa cuanto tiene aquel hombre en sus arcas, si anda codicioso de las riquezas ajenas, si no cuenta las cosas adquiridas, antes bien las que piensa tener?
 
El haber navegado tantas singladuras bajo el ardor de soles ardientes y atardeceres sublimes, me enseñaron que la medida de la riqueza, en primer lugar es tener lo que es necesario; después, lo que es suficiente. Esto me ha dado un feliz resultado. Piénselo-actúe y la felicidad bañará su vida. Está en el espacio de lo divino.
 
Nuestro invitado de hoy: Víctor Hugo: “No hay malas hierbas ni hombres malos; solo hay malos cultivadores”.
 
El autor es vicealmirante retirado de la Armada Dominicana.

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