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Un tercio de los niños come mal en el mundo: el mapa de la malnutrición

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Unos por exceso y otros por defecto. El resultado es que un tercio de los niños menores de cinco años en el mundo no está creciendo sano. Casi 200 millones de ellos sufren de desnutrición en alguna de sus formas (crónica o aguda), mientras que 40 millones viven con sobrepeso.

El número de menores que comen menos de lo que deben se ha reducido en todos los continentes salvo en África, mientras que los que están por encima de los kilos saludables han aumentado en todo el mundo, incluido el continente africano.

«La última vez que Unicef abordó este tema en el informe anual fue hace 20 años. Lo hemos vuelto a hacer ahora porque el escenario ha cambiado. Las miradas están puestas en la obesidad. El de la alimentación es un tema que hay que poner en la agenda en este contexto cambiante», defiende Blanca Carazo, directora de programas de Unicef España.

«Los patrones de nutrición se han modificado, los niños cada vez comen más fuera de casa. Hay que fijarse en los colegios. En mi época no había en ellos máquinas de vending, esto es un ejemplo de uno de los cambios, que no siempre es positivo», apunta Trudy Wijnhoven, especialista de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en nutrición y sistemas alimentarios.

¿Qué está pasando? Que se están juntando dos problemas. Por un lado, el acceso a productos ultraprocesados se ha multiplicado y se ha puesto al alcance de las personas con menos recursos, que están abandonando su dieta tradicional. Por otro, los conflictos, las crisis humanitarias y el cambio climático hace que persista el hambre sobre todo en África subsahariana, aunque las cifras no aumentan en el resto de continentes.

Solo Unicef trató a más de 3,4 millones de niños con desnutrición severa en 2018. El hecho de que el hambre infantil se haya reducido en general no se puede calificar de éxito. «Muchos más niños y jóvenes sobreviven, pero eso no quiere decir que prosperen», resume de forma cruda el informe global.

Si miramos el mapa de la mala alimentación, la región más afectada por el hambre es el sur de Asia, donde el 34,4% de sus menores de cinco años sufre desnutrición crónica.

Un tercio de los niños come mal en el mundo: el mapa de la malnutrición

La otra cara de la moneda, la obesidad, afecta especialmente a Europa del este y Asia central, con una tasa de casi un 15%. Aunque si combinamos los datos de sobrepeso y hambre, el sudeste asiático es el peor parado: casi la mitad de sus niños no está desarrollándose como debe por alguno de los dos motivos. En segundo lugar está África oriental y del sur, con una tasa del 42%.

Un tercio de los niños come mal en el mundo: el mapa de la malnutrición

Para luchar contra la expansión de la obesidad, los expertos proponen fijarse en las iniciativas que se han tomado en la lucha contra la adicción al tabaco. La Organización Mundial de la Salud (OMS) promovió en 2003 un tratado contra esta sustancia del que salió la prohibición de publicidad, las normas del empaquetado y medidas sobre la concienciación de los peligros, por ejemplo. «En el caso de la industria de la alimentación no es tan sencillo, porque incluye, no solo a las fábricas, sino también a productores, a las cadenas de supermercados… Ahora mismo estamos debatiendo en la FAO sobre si debemos realizar una convención marco precisamente sobre medidas regulatorias de la industria. Pero es algo que todavía es un germen», admite Wijnhoven. El 77% de los productos procesados que se consumen en el mundo provienen de 100 firmas.

Los patrones de nutrición se han modificado, los niños cada comen más fuera de casa. Hay que fijarse en los colegios. En mi época no había en ellos máquinas de vending

Ya hay países que están tomando acciones por su cuenta. «Estamos viendo cómo Gobiernos conservadores, tradicionalmente del lado de la industria, han puesto restricciones. La epidemia de obesidad infantil en el Reino Unido hizo que su Gobierno regulara la venta de determinados productos en los colegios», cuenta el epidemiólogo experto en salud pública de la Universidad de La Laguna, Antonio Cabrera. «Otros países, como Holanda, han optado por establecer un diálogo con la industria alimenticia para que voluntariamente comiencen a reducir el nivel de azúcar en sus productos. Hungría realizó una encuesta nacional sobre entorno alimenticio en las escuelas. Descubrieron que los estudiantes no bebían agua porque no se fiaban de la que salía por los grifos, así que trataron de corregirlo y también introdujeron frutas y verduras en las escuelas», señala la especialista de la FAO.

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