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El sadismo de un escribidor

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Por: Homero Luciano

Como nunca me ocuparon sus mensajes, jamás me interesé en saber quién era el mensajero, porque al intentarlo en un principio, olfateaba en sus palabras, un aire pestilente que nos causa un asco indescriptible. Montado en el buen nombre del periodista quebrantado,  busca afanoso en el sordo coro de toda la canalla,  el eco que alimente su ignorancia,  creyéndose que  sus cuartillas  emborronadas,  tiene el barniz de una pluma iluminada. 

Sin el más mínimo estupor, lanza dardos envenenados,  sobre  un supuesto verdugo, que ha creado su cerebro retorcido  (al parecer producto de frustraciones y resentimientos), aspirando penosamente con este comportamiento, construir  una vitrina  que lo exponga, como el paladín redentor  de la raza en extinción,  pavoneándose como si fuese “El último de los mohicanos”.

Nadie en su sano juicio, puede comulgar con los juicios y  accionar de un escribidor, que pierde la sensibilidad que  caracteriza la solidaridad y principios de todo ser humano, porque ha sido escrito como si fuese una sentencia irrevocable que: “No te regocijes cuando caiga tu enemigo, y no se alegre tu corazón cuando tropiece” (Prov. 24-17).

Entiendo que el tema político es su Leitmotiv, es el insumo de este tipo de escribidor que indefectiblemente  los esteriliza y les prohíbe reproducir cosas nuevas y diferentes.  Están inscritos en ese círculo vicioso que los enclaustra y les espanta cada cerebro luminoso y bien amueblado, como el de Don César Medina, que ha brillado con luz propia por más de medio siglo, y que nos obliga a reconocer su impronta en el campo periodístico, más allá de cualquier diferencia.

Estoy seguro que con sus cuartillas repletas de sadismo, aspira el escribidor lacerar los sentimientos de todo quien le adversa. No lastima el que quiere, reza un dicho popular,  y estoy seguro de  que el escribidor carece de la estatura necesaria. ¡Jamás podrá el enano manchar la frente del gigante!  

Todos los días  elevamos a Dios nuestras plegarias, por la paz del mundo, por la salud de nuestros familiares y amigos,  y por Don Cesar Medina en estos aciagos momentos de su existencia, esperando que se produzca en él, el milagro divino de quien todo lo puede y podamos tenerle por mucho tiempo entre nosotros. Si el escribidor está libre de pecados; que siga lanzando piedras.

 

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