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Meditabundo: Sueño dormido y despierto

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Esta madrugada yo era un discípulo del Peripatético Aristóteles. Entre un grupo de jóvenes en el parque Liceal “De los Lobos”, Atenas. Caminaba entre Demótino y Teofastro escuchando al maestro disertando acerca de: “Teoría del bien y de la felicidad. Es el fin de todas las acciones del hombre”. “El bien se deriva de la ciencia soberana, de la ciencia más fundamental de todas; y esta es, precisamente la ciencia política.

La política rige los Estados, pero no es la que forma la moral ni la que está encargada de estudiar esta gran cuestión del bien. Por el contrario, la política no es nada, sino recibe sus principios fundamentales de la moral y si no procura seguirlos. La política es, en efecto, la que determina cuales son las ciencias indispensables para la existencia de los Estados, cuales son las que los ciudadanos deben aprender, y hasta que grado deben poseerlas. Además, es preciso observar que las ciencias más estimadas están subordinadas a la política; me refiero a la ciencia militar, a la ciencia administrativa, y a la retórica. Cuando ella se sirve de todas las ciencias prácticas y prescribe, también en nombre de la ley, lo que se debe hacer y lo que se debe evitar, podría decirse que su fin abraza los fines diversos de todas las demás ciencias; y, por consiguiente, el de la política será el verdadero bien, el bien supremo del hombre. Es cierto, por otra parte, que el bien es idéntico para el individuo y para el Estado. Sin embargo, procurar y garantizar el bien del Estado parece cosa más acabada y más grande, y si el bien el digno de ser amado, aunque se trate de un solo ser es, no obstante, más bello, más digno, cuando se aplica a toda una nación, cuando se aplica a Estados enteros”.

El periódico cae sobre el automóvil, me despierta, vuelvo a la realidad donde el sistema político es amo del erario. Son vergonzosos los informes de la Cámara de Cuentas. Un torrente con un creciente caudal de ambiciones irrefrenables con su diosa impunidad. Y han establecido como normal para ellos el actuar delictivo para el propio enriquecimiento lo que afirma las sentencias “la Constitución es un pedazo de papel” y “la justicia una ramera”.
Todo lo contrario a la enseñanza de Aristóteles, Duarte, y el presidente Juan Bosch.

Sigo con mis sueños despiertos la esperanza de darle vida a los valores morales, detener los males en este arduo camino que debemos recorrer conscientemente. Entregarnos a la virtud de patria contra los que actúan como los hijos de la araña que devoran a su propia madre. Que la corrupción desaparezca de la misma manera que el humo que sale de la chimenea del barco viejo hacia las alturas infinitas desapareciendo para siempre.

No lo invitamos, Juan Pablo Duarte nos sigue hablando: “La política no es una especulación, es la ciencia más pura y más digna, después de la filosofía, de ocupar las inteligencias nobles.

El autor es vicealmirante retirado de la Armada Dominicana

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